Ella estaba admitiendo indirectamente sus sentimientos hacía él, eran tan reales e inconcebible como la propia existencia del muchacho. ¿Cómo entonces se explicaría su petición? Nadie que no estuviera enamorado utilizaría ese gesto de peticiones a favor de la otra persona, ambos pedidos eran por él y. aun así, el cumplimiento de estos seguía benefiandola a ella.
— ¿De qué hablas? Sabes que jamás te dejaría sola en este lugar…— Ella lo interrumpió al verlo fingirse perdido.
— Sabes a lo que me refiero. — Erick se tensó, ¿cómo debía responder a aquello?
— Yo…— Ella sabía cómo iba a completar esa frase, probablemente un “no puedo” estaba lista para salir de sus labios. — Rachel… — La llamó. — Esto no es una película, es la realidad, no sé qué vaya a pasar… — ¿Cómo explicar que su posibilidad de sobrevivir dependía ya ni siquiera en la benevolencia de Klauss?
— Me estás dando excusas. — Suspiro. Quería ponerse de pie para estar a su altura y así lo hizo, logró aflojar sus piernas entumecidas y plantarlas en el piso. — Erick…— Ver el daño en todo su cuerpo la hizo sentir peor. — No puedo dejarte así… ¿Qué debo hacer para sacarte de este sitio? — Él se acercó a ella con pasos débiles.
— No te asustes, no sientas desesperación y no actúes en consecuencia a eso. — Él solo le decía lo que no debía hacer, era frustrante para Rachel. — Soy un vampiro, esto es superficial…— No completo su idea por sus piernas cedieron a la gravedad y cayó sin previo aviso.
— ¿Esto es superficial? — Se molestó por tratar de engañarla. — Sé que no estoy muy al tanto de cómo funcionan ustedes, pero lo tuyo es grave, no puedes engañarme.
— No planeaba hacerlo…— Volvió a toser. — Estoy tratando de ser optimista a tu lado.
— Erick…— Quiso acercarse, pero él negó con la cabeza.
— No puedo cumplir ninguno de tus deseos, pequeña. — Rachel sabía que eso solo significaba una cosa, no lo volvería a ver después de esa noche. — Lo siento.
— ¿No…? — Respiro profundamente, la idea de que él muriera la hacía ahogarse por dentro. — No piensas salir con vida de aquí, ¿no es así? — Se arrodilló a su altura. —
No creer que volveremos a vernos, no habrá un “después” para nosotros, tú… — Comenzó a darle golpecitos con el puño. — Erick, no te mueras, no quiero que mueras… Sea lo que estés planeando, no lo hagas.
Erick no quería verla llorar, lo mataba internamente; solo buscaba protegerla, entonces, ¿por qué todo tenía que ser tan malditamente complicado? La abrazó en un intento de borrarle esas lágrimas, deseando por primera vez estar en el mundo humano, vivir una vida común junto a ella y no en ese lugar.
— Perdóname por esto. — Se estaba despidiendo, Rachel se había dado cuenta de eso. — Quiero lo mejor para ti, siempre lo mejor.
— Erick, no hagas de ti un mártir solo por buscar mi bienestar. Lo que sea que mi padre te haya ofrecido, no funcionará si no estás aquí. — Tomó su mejilla. — Tengo sentimientos por ti y sé que tú también, — él ladeo el rostro — danos la oportunidad de descubrirlo.
— No, podría… Eres la hija del Rey. — Cerró los ojos dándose cuenta de lo que había logrado. Debía haberla alejado hace horas, sin embargo, había sucumbido ante sus encantos. — Será mejor que te vayas. — Le dio la espalda.
— Te quiero. — Confesó. — Me cuesta reconocerlo, pero es verdad y tú eres consciente de eso.
Ella estaba marcando su posición, eso era todo; Rachel había querido evitar esas palabras, al menos hasta estar segura de lo que él sintiera, pero bajo estas circunstancias, ¿qué opciones tenía? Sí no lo decía en ese momento, lo haría bajo su tumba, arrepintiéndose de no haber tenido el valor de hacerlo.
No había marcha atrás, las palabras ya habían sido dichas.
— No deberías...— Susurró bajo, lo suficiente para que ella lo escuchara.
Ni siquiera quería permitirse disfrutar la sensación que su declaración había causado, se sentía demasiado feliz, pero no quería aceptarlo; Erick creía fielmente que él no era digno de ella, creía básicamente lo que Klauss de él, un vampiro insensible, asesino por naturaleza. Simplemente no encajaba con ella.
El castaño pensó en el guardia y sus grandes orejas, los cinco minutos por supuesto habían culminado, pero nadie volvió a interrumpir y tampoco sentía la presencia de otro vampiro. Se sintió más aliviado, quería evitar a toda costa que la involucraran con él, eso dañaría su reputación y el de su padre.
— ¿No debería? No debería, ¿qué? ¿Sentir lo que siento? — Él no respondió, no quería darle pie a otra discusión. — ¿Es porque soy humana? — Ella sintió algo amargo en la garganta, se sentía débil.
Ya la habían rechazado y jugado con ella por serlo. En realidad, desde que su padre se fue Rachel comenzó a tener síntomas de baja autoestima, a sus cortos 11 años, poco antes de entrar a la escuela secundaria le diagnosticaron distimia, un tipo de trastorno depresivo, estuvo en tratamiento alrededor de dos años; sin embargo, ese sentimiento de auto insuficiencia se quedó con ella y aún combatía contra aquello.
Erick por otra no la miraba de ese modo, de hecho, nunca desde que la conoció habría pensado en ella de esa manera, para él que siempre tenía de enclenques a los humanos, esa pequeña niña le parecía muy valiente. Incluso ahora, con cada decisión que tomaba, ella seguía siendo tan capaz de hacer lo que ella quisiera, al menos ese era su punto de vista.
— Rachel yo te he cuidado desde que te conocí, he tratado de protegerte de todo lo que pueda hacerte daño, ese siempre fue mi objetivo principal, y lo seguiré haciendo. — Se fue por la tangente, pero ¿cómo se lo explicaba? No podría dejar que ella se fije en él, ¿cómo podría causarle tal daño? — La joven no compartía aquel pensamiento, por lo que se volvió contra él, dispuesta hacerle ver su punto de vista.
— No quiero que me protejas por quien soy, ¿no puedes mirarme de otra forma que no sea esa? ¿Eso es lo que significó para ti? ¿Solo soy la hija de tu Rey? — Cuestionó lo último ya disgustada, esperaba una respuesta, sin embargo, no hubo comentario alguno por parte del vampiro.
La tristeza, decepción mezclado con la sensación de amargura fue lo que sintió, ¿Qué esperabas, Rachel? ¿qué te mirara con otros ojos? Siendo sinceros tú solo eres una humana y el un vampiro, le susurró esa vocecita fastidiosa en su cabeza. Se sintió tan pequeña, que quiso convertirse en una almeja.
La habían rechazado, no era la primera vez que lo hacían, sin embargo, esta vez se sentía tan devastador. Sus ojos amenazan con derramar algunas lágrimas, miraba al suelo dejándose llevar por ese dolor tan particular, estaba a punto de sollozar cuando alguna especie de voz se escuchó en su mente.
— No lo hagas. — Se escuchaba al mismo susurro de eso.
Se estremeció con tan solo oírlo, juraba que había sentido aquello antes; esa voz se parecía mucho a la que oyó en su habitación. Se asustó e incluso se lo iba a contar a Erick, sin embargo, luego de pensarlo unos segundos lo dejó pasar e hizo caso esa voz intrigante, no iba a verse más tonta delante de él; levantó los ojos sin expresión alguna y lo miró directamente.
» Esta bien, no puedo obligarte a sentir algo por mí. — Concluyó. — Sin embargo, ya que soy la hija del Rey y tú eres un sirviente tienes que hacer todo lo que te pida, como en los viejos tiempos ¿recuerdas? — Erick se vio impresionado por tal cambio de actitud.
Como no los iba a recordar, si fue donde aprendió a conocerla más. Anteriormente ella no comprendía porque le hacía tantos favores sin siquiera tener una razón fundamentada, ahora todo encaja. Una vez más se sintió idiota.
— ¿Qué quieres decir? — La observó con cautela y un poco de curiosidad.
— ¿Todavía no lo entiendes? Harás todo lo que te pida, sin objeciones. — Achicó sus ojos en un intento de comprender lo que tramaba. ¿Qué locura es esta vez, pequeña?, se preguntó internamente.
— Está bien. — Se dejó oír.
— Aliméntate. — Erick volvió su mirada a ella, entre tantas cosas eso seguía siendo su prioridad, ¿era en serio? — Ahora. — Ordenó.
Él aún mantenía su mirada en ella; sin embargo, los ojos castaños de la joven mantuvieron su posición desafiante. Rachel alargó su muñeca hasta quedar cerca de los labios del vampiro, él se inclinó inseguro, olió su sangre, tan fresca y tibia ¿Quién podría rechazar aquel banquete? Aun así, su miedo por hacerle el mínimo daño lo ponía nuevamente al margen, querría decirle que no lo haría, pero sabía lo obstinada que podía ser y más en su estado actual de furia y decepción contenida.
Tomó un poco de aire, levantó los ojos en un intento de pedirle permiso, se relajó y antes de clavar sus colmillos pensó en ella, en sus ojos color café y sus labios en forma de corazón cuando hacía un puchero... De pronto sin darse cuenta sus colmillos estaban clavados en la pequeña muñeca de la joven, comenzó a succionar un poco y otro poco de su sangre.
Comenzaba a disfrutar y a querer más de ello. Esto se podía poner peligroso y él lo sabía, no quería alejarse, se sentía tan bien ahí; así que no pudo dejarla por unos minutos, hasta que la sintió removerse. Tuvo que reprimir sus deseos y anteponer la seguridad de la humana, con gran dificultad para su accionar.
— Es suficiente. — Declaró con voz calmada mientras se limpiaba el resto de sangre en sus labios.
Ella aún mantenía los ojos cerrados, pudo percatarse. Érick quiso tocar sus mejillas al verla con esa fragilidad en el rostro, Rachel reaccionó a su tacto y abrió los ojos.
— Quiero que hagas algo más. — Volvió a ordenar, mientras se recomponía.
— ¿Ahora qué es? — Cuestionó un poco cansado de su jueguito, mientras terminaba de limpiar la sangre en su muñeca.
— Bésame. — Ya enloqueció, fue lo primero que pensó el vampiro.
La expresión en el rostro de Erick era de sorpresa total, entre tantas cosas, y después de todo lo que había sucedido esa noche, no creyó lo que escuchaba. Ahora la quería aún más lejos de él; y no era porque no la quisiera, sino más bien porque se sentía culpable, aún más que antes, ¿Cómo pude hacer esto con ella?, quiso saber.
— No sabes lo que estás diciendo, Rachel. — Le advirtió, para Erick fue una fortuna haberse controlado antes.
— Ese no es asunto tuyo. — Si, debía recordar el estado actual de ella.
— No lo haré. — Declaró como si le hubiera dado opción a elegir.
Ella rio mostrando sus dientes, algo de descaro había en ese gesto.
— No te lo estaba preguntando. — Afirmó con voz calmada.
— ¡Deja de comportarte como una niña mimada! Pude haberte matado hace unos segundos, ¿por qué estas siendo tan irresponsable con tu vida? — Se lo había dicho, sabía que no era el mejor momento, pero era necesario.
Eso pensó.
— ¿Quieres que lo repita? — No dejó que respondiera. — Erick Whitemore, te ordenó que me beses. — Rachel odiaba utilizar influencias, sin embargo, esta vez fue una excepción y tenía sus motivos.
— Como usted ordene. — Masculló entre dientes.
Ambos creyeron que aquel acto seria mecánico; sin embargo, cuando Erick rozó los labios de la pequeña joven cerró los ojos para mantener las sensaciones que aquello producía en él. La besó, con frenesí, con locura, como solo ella sabía ponerlo; por su lado, Rachel no lo detuvo, continuo en el vaivén de sus labios.
Ella sabía que tenía que terminar aquel acto o perdería el control como ya lo iba haciendo. Entonces, un segundo antes de romper con el beso, le mordió haciéndole sangrar; ese era su objetivo principal después de todo, mantener su vínculo. Erick quien andaba perdido, volvió a la realidad a través del dolor que produjo la herida en su labio inferior.
— ¿Qué haces? — Preguntó volviendo a sus sentidos.
Ambos se encontraban agitados, pero aún en ese estado, Erick se sintió alarmado por su accionar. Era evidente que ese acto había sido planeado, jamás antes lo había mordido, pero la ingenuidad pudo más y, contrario a pensar que era un plan más fundamentado, Erick creyó que se trataba de una niñería por parte Rachel.
Ella le regalo una media sonrisa mientras se ponía en pie, y le dijo:
— Voy a darte un regalo como recompensa. — Erick dudaba de eso. — Cuando cruce esa puerta no me volverás a ver. Eso es lo que querías desde el principio, ¿verdad? — No dejó que le respondiera y continuó. — Has sido un buen chico, es por eso que te voy a liberar de mi carga. — Pensó un poco. —Antes de irme voy a pedirte un a ultima cosa: — Ahora, ¿qué?, fue lo que vino a la mente del vampiro. —. A partir de ahora ya no estas a cargo de mí, no tienes ningún derecho a defenderme o buscar mi protección. Entonces, yo podré cumplir con mi promesa y no volver por aquí. Seamos dos desconocidos, ¿de acuerdo?
Es lo mejor para ella, se animó.
— Lo que usted ordene. — Le respondió evitando sus ojos.
Ella no respondió, él escuchó como llamaba al guardia, poco después vio como salía de aquella celda. No volteó a verlo estando fuera, ni él espero a que lo hiciera.