Capítulo 7

2229 Palabras
Rachel miraba los ojos decaídos del muchacho. ¿Quién lo iba a imaginar hace algunos meses atrás? Hace algunos meses cuando su única preocupación era salvar las materias extras y terminar su proyecto de tesis para titulación. Extrañaba esos meses. ¿Cómo es que todo había cambiado tan de repente? En realidad, ella lo sabía. Todo cambió en el momento en que supo la verdad, porque la verdad te hace ver las cosas desde otra perspectiva; desde ese punto de vista que ni siquiera habías tomado en cuenta, el plano entero. Para Rachel toda su vida había dado un gran giro, nada era ya lo mismo; ni siquiera podía darse el lujo de comunicarse con su mejor amiga, literalmente hablando. Todo cambió cuando descubrió que su padre era un vampiro y, también, cuando descubrió un nuevo interés por ese chico, el cual era muy distinto a ella. Aquel que ahora tenía la mirada perdida, moribunda. Tiene que comer, se dijo así misma. ¿Estaba asustada? Pues algo, su parte más lógica le pedía que huyera cuanto antes; había visto Animal Planet y sabía que un depredador no podría ir en contra de sus instintos sobre todo cuando este no había probado bocado en días. Era como sí en la jaula de un león castigado entrara por error una cebra, ella era la cebra. A pesar de su razonamiento, había algo que en el mundo humano es conocido como estupidez, como fuera, ella sentía que podría confiar en su depredador quien muy probablemente no tenía los mismos sentimientos que ella tenía por él. Aun así, Rachel apelaba a su lado humano y sus meses de convivencia, se quedó un poco más y le ofreció algo que sorprendió hasta a ella misma.  —     Está bien, me iré. — Él la miró con cautela. — ¿Qué? No me mires así. — Suspiro poniéndose de pie. — Sé que no lograré hacer que cambies de opinión, también confío en lo que estés planeando hacer; aun sin saberlo del todo. — Él movió su cabeza siguiendo el hilo de sus palabras. —  Sin embargo... — “Ya lo veía venir”, fue lo que masculló inaudible, el joven vampiro. — Tienes que concederme dos peticiones. —     ¿De qué se trata? — Quiso saber dándole chance. —     Primero di que aceptas. — Sentenció. —     Rachel... — Ella lo miró con los ojos de cachorrito. Ella era única, ese pensamiento lo hizo ceder. — Esta bien. —     ¡Bien! — Se felicitó así misma. Él solo la miraba derrotado, para Erick no había algo más hermoso que verla en diferentes facetas como verla sonreír, justo de la manera en la que lo hacía en estos momentos con tal inocencia, como la de una pequeña que conseguía su dulce favorito. Le sonrió con los ojos, toco sus hombros y le dijo: —     Te escucho, ¿qué es lo quieres? — Ella le devolvió la sonrisa de buena gana. —     Sé que no te has alimentado, puedo verlo en tu mirada. — Mentira. Aún no le había dicho a Erick que estaban conectados por la sangre y que, gracias a eso, ella sentía algunas reacciones extremas que él sintiera; creía que no era un buen momento para confundirlo más, se lo diría luego. Además, si él se enteraba de lo que había causado, no la volvería a tocar arruinando sus planes. —     Olvídalo, ve olvidando lo que sea que estés planeando, no sucederá. — Demandó firme borrando totalmente esa sonrisa en los ojos.  —     Pero… Tú…— Puso su carita de cachorrito, aun así, no dio resultado. — ¿Cómo puedes negarte a algo que ni siquiera te he pedido aún? — Rachel río un poco. ¿Se estaba burlando, acaso? No, sin embargo, le causó nostalgia recordar como antes él simplemente se negaba a todo, antes cuando apenas se podían tolerar. ¿Se habría enamorado de él aun sí la situación fuera otra? Porque sí, Rachel conocía esos sentimientos, pero no quería aceptarlos aún. —     No te rías, no es gracioso. — La regañó, presentía lo que estaba tramando. —     Exacto, tu situación es grave y sobre todo por eso no puedes negarte. — Repuso. Él negó. —  Lo harás. — Ella estaba muy segura de sus palabras. Se acercó hasta quedar a centímetros de distancia de los labios del chico. — ¿Recuerdas la última vez? — Él se movió un poco, se sentía inquieto al tenerla tan cerca. Recordaba lo que había hecho aquel día, ¿cómo pudo morderse los labios, hacerse daño a sí misma para alimentarlo? Sin embargo, eso ya no era tanta sorpresa para ella, ya había pasado antes que Erick no lo tuviera presente, no lo hacía menos real. Era un hecho, ella estaba loca y lo estaba enloqueciendo a él, ahora. Erick exhaló con pesadez. ¿Que si quería su sangre? Eso era obvio, ¿que si quería probar sus labios otra vez? La pregunta se respondía así misma. A pesar de todo aquello, él no podía ser tan egoísta y ponerla en tan grave riesgo; cada vez que él la mantenía a su lado, no lograba protegerla de sí mismo, de sus tentaciones. —     ¿Qué sucede contigo? — Cuestionó al ver que no iba a dar marcha atrás. — ¿No tienes miedo? Yo — se apuntó así mismo para hacer énfasis— soy un vampiro, estas frente a un vampiro de más de setecientos años, un vampiro que no se ha alimentado en días, podría matarte. —     No lo hiciste la última vez, y llevabas meses sin probar una gota de sangre, digamos que tengo menor riesgo ahora. — Argumentó. —     Vamos, R. — Pidió nuevamente. — No nos hagas esto. — Ella levantó una ceja, casi indignada por su respuesta. Ella no entendía, para Rachel esto era un acto de buena fe, de solidaridad hacia la persona que ella estimada y, además, una forma de mantener su vínculo, en otras palabras, saber que seguía con vida. Withemore creía fielmente en que sí él volvía a consumir su sangre nuevamente, el Rey lo sabría, no se llevaría a cabo la propuesta, su amigo no saldría libre, ella estaría en peligro y él moriría de todas maneras sin una causa honorable. —     ¿Es por mi padre? — Ella lograba entender cosas que él no decía, era su propio don. — Erick, ¿dime qué es? Ya me pediste que no vuelva aquí, ¿qué es ahora? Necesito saber lo que estas planeando para estar preparada. — Expuso su preocupación. —     No puedo decirte ahora, solo hazme caso. — Le respondió. No siempre lograba tranquilizarla con sus respuestas, pero no le quedaban muchas opciones; en su estado, su mente se encontraba más vulnerable que nunca, alguien con los poderes del Rey podría hacer de él un títere. Lo que Erick no entendía es que la sangre de Rachel no solo lo alimentaba, sino que, también lo fortalecía como un pequeño escudo. Cuando el Rey vio sus recuerdos, hubo algunos detalles que Erick quería ocultar, pero no sabía cómo hacerlo, él creía fielmente hasta ese momento que Klauss había visto todos sus recuerdos y por eso el castigo, sin embargo, la gran parte de los recuerdos que enfurecieron a Klauss fueron la conversación entre Withemore y Becher. Claro que el Rey no había visto como su más fiel subordinado enloqueció con una gota de sangre de su hija y se acostó con ella por perder la cordura. —     Tengo miedo, tengo mucho miedo de todo esto. — Volvió a hablar Rachel, se negaba a hacerle caso en esto. — Tengo miedo de algo que ni siquiera conozco; no tengo idea de que es lo que me persigue, no sé cómo es que ustedes pueden ser reales... — Tomó un respiro. — Sin embargo, tengo más miedo de perderte, de que un día ya no existas más… — Estaba siendo sincera. — Lo único que te estoy pidiendo es que des un respiro. No puedo dejarte así. —     Voy a estar mejor sí no me pides esto, R. — Ella transmitía inseguridad a través de sus ojos. Cuanto hubiera querido él, poder evitar ese sentimiento. —     No puedo dejarte viéndote así, como te ves justo ahora. Ellos son muy crueles. — Es que, ahora viéndolo con un poco de luz, su estado era trágico. — Voy a alimentarte si es que lo tengo que hacer porque no es algo que me cueste, es algo que yo quiero hacer. Así como tú haces todo lo que puedas por mí, e incluso de las que te abstuviste de hacer por mi causa. — Eso último lo sorprendió un poco, más no bajo la guardia y continuo con su postura. —     No lo hagas, R. — Le pidió por última vez, Erick. —     Siento no hacerte caso esta vez. No me iré viéndote así, ya te lo dije. — La muchacha se puso de pie. — Así que, elige tú. ¿Tengo la opción de elegir?, se preguntó sarcásticamente. —     ¿Me dirás cual es lo otro? — Ella no le entendió al principio. — Mencionaste dos peticiones, dime de que se trata lo otro. —     Primero, aliméntate. — Repuso. Ella había entendido, él no quería tocarla; sin embargo, para Rachel ahora su seguridad no era primordial. ¿Era estúpido? Sí, lo que ella hacia era muy ingenuo, ni si quiera lo comprendía. No había razón que lo justificase, ¿cómo podría importarle un ser como él? Si es que su existencia, en principio, se podría explicar. Sobre todo, ¿cómo puede poner la vida de aquel vampiro antes que la suya? Los vampiros solían asociar esos rasgos a la compulsión mental o como le decían los humanos hipnosis. Erick era muy experto haciéndolos; mas no había utilizado tal don para forzarla a esto, jamás lo haría, tenía suficiente con el efecto adormecedor y de ansiedad que causaba sus colmillos en sus víctimas. Ahí entraba nuevamente la sensación de culpa, al recordar la herida en el labio inferior de ella aquel día cuando al despertar se encontró con un cuerpo reconfortantemente cálido al lado suyo y, lo peor, no poder recordar como lo hizo; no había hablado detenidamente de ese tema con ella, sin embargo, la respuesta era casi segura, fue él. Si no, ¿quién más pudo ser? —     Déjame escuchar tu segunda petición. — Pidió amable. Ni siquiera intentó ser terco, porque en eso ella le ganaba olímpicamente. — ¿Sí? — Volvió a insistir. —     ¿Por qué? ¿Acaso quieres ver si puedes cumplir el otro para desestimar este? — Preguntó con algo de picardía en su voz. — Me sé todos tus trucos, Whitemore. — Lo llamó como en los viejos tiempos. —     Mi nombre en tus labios suena mejor, ya te lo dije. — Trató de coquetearla, esquivando el tema. —     ¿Por qué no sigues los protocolos? Respeta el orden. — Ni ella sabía lo que decía, era el efecto que causaba Erick en ella. — No te diré si no cumples el primero. La muchacha lo pensó unos segundos, sí se lo decía pensaría que se había vuelto loca; sin embargo, a estas alturas ¿no lo estaba ya? Como sea, que tiene de malo su pedido, era lo que ella quería y no importaba nada más... Bueno, tal vez había algo que si importará a cerca de esa decisión: Que él también lo quisiera. Porque si no, nada tendría sentido, ni siquiera el hecho de estar bajo el gran castillo lleno de vampiros y un padre resucitado que nunca estuvo muerto.  ¿Qué sí él no lo desea también?, volvió a replantearse en la mente. Negó, no podría decirle que lo quería y quería que no la dejara sola jamás, lo asustaría. En un segundo, Rachel puso patas arriba todas sus ideas, su cerebro soltaba teorías por doquier y ella sentía que estaba perdiendo el hilo de todo. No podía decirle eso cuando ni siquiera estaban juntos. ¿Qué sucedía sí lo ocurrido aquel día solo había sido una noche más para él? Lo cuál era una respuesta promedio en el ambiente donde ella se movilizaba; lo poco usual es que se anden confesando después de una aventura casual causada por una borrachera en una prisión como esa. Rachel negó varias veces convenciéndose de que no podría decirle lo que quería, sobre todo cuando habían acordado hace pocas horas atrás que dejarían el asunto para luego. Sí, así de complicado era la perspectiva desde el punto de vista de Rachel, nadie la podía juzgar, al fin al cabo ella paso de ser una humana común a la hija y heredera de un vampiro poderoso, tener un crush con su especie de protector pagado que resultó ser un vampiro, todo esto en un abrir y cerrar de ojos.  —     Dime. — Volvió a insistir, Withemore, tenía la voz ronca por su estado. — ¿Qué es lo que quieres? — Rachel se puso nerviosa. —     Prométeme que saldrás de esta. — Trató de que su voz se escuchara. — Erick, prométeme que no vas a morir aquí. La conclusión de Rachel era cumplir con lo que ambos acordaron, hablar de aquel asunto luego; para eso, necesitaba que su vampiro saliera de ese embrollo llamado Klauss, con vida. 
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