“Te felicito, te merecías ese puesto como nadie”. Me costó muchísimo enviar ese mensaje pero no por el contenido, que era tan real como lo que seguía sintiendo por Franco, sino porque a pesar de estar completamente segura de que no podría resistirse a dejarlo todo por mi ahora que yo no estaba atada a Martín, no podía dejar de sentir esa sensación extraña que tenía en los últimos meses de que cada vez se alejaba más de mi. Y esa sensación se incrementó todavía más esa tarde al ver que corrían los minutos y Franco no me contestaba. Al ver que corrían las horas, y tampoco lo hacía. Al ver que cuando lo hizo, fue bastante tarde y de una manera bastante seca y por demás hiriente… Porque aunque me lo merecía por lo que un día le hice, él nunca había sido así con nadie, pero mucho menos conmig