—Helena—le escuché musitar por encima de mi cabello, habíamos permanecido varios segundos abrazados en medio de aquella sala. Al levantar la vista vi una sonrisa acongojada—debo irme. —¿Qué?—me aparte un poco, pero sin dejar de abrazarle. —Debo ir a la frontera con Cromenia. —¿Por qué?—proteste, pero él suspiró e intento formar una sonrisa en sus labios. —Los consejeros creen que el zar movilizo a sus tropas incluso antes de venir aquí, debo trasladarme a la frontera para cerciorarme de la probabilidad de un ataque al reino en los próximos días—explico tomando mis manos entre las suyas, quizás para hacerme entender del porqué debía marcharse, pero yo no podía entenderlo —¿Por qué tú?— impugné—¿Acaso no hay personas que se encargan de estas cosas por ti? Tomo mi rostro entre sus manos

