Para él, escuchar la quebrada voz de Elena, sabiendo que era la causa de su temor, era desgarrador para su propia conciencia y se detuvo a examinar qué estaba haciendo realmente. ¿Qué planeaba hacerle a la chica? ¿Qué esperaba ciertamente de ello? Entonces aflojó la fuerza de sus brazos hasta por fin liberarla de la captura, y se llevó una mano al rostro, terriblemente apenado por su actitud. —Lo siento, en serio lo siento —se dispuso a decir. Pasó una hora más en el almacén, matando el tiempo como quien dice, con charlas de todo tipo en las cuales ellos estaban acostumbrados a desenvolverse. Para su suerte, llegó después el profesor, queriendo corroborar que su estudiante había hecho el mandato que le asignó, y de ese modo los encontró. .. Las quejas sobre que la lata de soda que