Tomó el asiento que tenía la vista directa de la ventana, y dejando su mochila en el puesto libre de al lado, esperó paciente con algún cosquilleo que se concentraba en su abdomen. Habían entrado a las pequeñas vacaciones de invierno, y ese día, 24 de diciembre, Vincent estaba sobre un tren que lo llevaría a su antigua ciudad de nacimiento, para hacer una especial visita. Todavía podía sentir en su mente la chillona voz de su madre dándole las indicaciones de cómo cuidarse. La nieve era un factor peligroso para quienes decidían viajar durante esos días, y aunque el personal de los trenes y autobuses estaban preparados contra las vías y carreteras invadidas por la capa blanca y espesa, aquello no podía asegurarle a Vincent que no ocurriría ningún inconveniente en el transcurso de su via