Ambas se asomaron por la ventana, detallando cómo caían copos de nieve del oscurecido cielo, uniéndose a la capa blanca que cubría las calles, la superficie de los carros, el tejado de las casas de donde sobresalía humo de la chimenea, y a los árboles que los teñía de escarcha.
— Qué hermosa vista — sonrió Elizabeth.
— Lo es — intentó imitar la acción de sus labios, pero se vio inhabilitada por el desánimo con el que cargaba encima.
— Me siento afortunada por pasar la víspera de Navidad con una amiga por primera vez — anunció Elizabeth, dándose la libertad de ser sincera con sus emociones.
Elena la miró desconcertada, nunca se hubiera imaginado que una chica tierna y amigable que atraía mucho la atención de las demás personas, no hubiera experimentado tales días festivos en compañía de
