Abigail recostó su frente contra el pecho desnudo de Gabriel, mientras intentaba tranquilizar su respiración que estaba agitada, las piernas de la chica estaban temblando y se sentía libre de cualquier tensión, Gabriel por su parte, puso sus manos en la espalda de Abigail y la acaricio de arriba abajo, aquello había sido perfecto, ella era perfecta, el momento había sido mágico. Y ninguno de los dos quería que se terminara. –Abigail – susurro Gabriel. La chica tenía los ojos cerrados, casi que pudo sentir que se estaba durmiendo, a pesar de que estaba sentada sobre un rígido escritorio de madera, el cuerpo de Gabriel la hacía sentir que aquel era el lugar más cómodo en el mundo, siempre que estuviera ahí, entonces todo iba a estar bien. Por desgracia, Gabriel tenía malas noticias y a