Puedo sentir la brisa del mar llegar hasta mi nariz, hay un cuerpo cálido junto a mi y solo el ruido de las olas chocando contra las rocas interrumpe el silencio del amanecer. —No quiero irme de aquí jamás. No quiero que esto acabe. —No podemos ser eternos. —¿Pero de qué hablas? Nosotros somos eternos amor de mi vida, viviremos para ver crecer a nuestros hijos, nuestros nietos, bisnietos y así hasta el fin del mundo, y continuaremos siendo parte del suelo en donde estamos. —¿No te da miedo vivir por siempre y ver a todos los demás morir? —No tengo a nadie más que a ti, no tengo nada que perder. ¿A ti te da miedo ver morir a las personas? —Sí, no podría vivir por siempre sabiendo que mi familia morirá en cualquier momento. —Tú puedes cambiar eso. —¿Estás hablando en serio? ¿Cómo lo