Rose se quedó perpleja al ver a Diego Archí entrar, ella no entendía nada, su entrecejo se contrajo y sus piernas temblaron ligeramente.
—¿Usted?—preguntó muy confundida.
Diego cerró la puerta y metió ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón de vestir, él no se veía tan sorprendido o avergonzado, no, él estaba en calma y con un rostro inexpresivo.
—¿Yo…
—¿Usted pagó por mi?.
—Oh, eso…bueno digamos que en un principio no, pero después si, mis razones tengo.
“¿Mis razones tengo?”. —¿Cuáles?.
—Eso es un secreto—respondió y sonrió para si mismo.
Rose respiró hondo y se aclaró la garganta, no estaba muy segura de que responder a eso.
—Te queda bien— mencionó él mientras la observaba detenidamente.
—Gracias, no lo escogí yo— dijo ella dándose cuenta que se refería al vestido.
—Lo se, lo hice yo.
—¿Qué hago aquí señor Archí?— Rose no evitó preguntar aquello, así que la pregunta solo se desbordó de su boca.
Diego se sentó en el sofá de piel y desabotonó un poco su camisa de vestir, suspiró con calma y descansó un poco. —Mira, vayamos directo al grano, porque soy un hombre que no suele perder el tiempo en cosas innecesarias. Me gustas, quiero pasar una noche contigo, ¿Cuánto quieres?.
Rose se quedo en blanco, ella misma se había dicho que lo haría, pero justo en ese momento, se sintió tan ofendida que quería golpearlo con uno de sus tacones.
Sonrió incrédula y negó. —No llegaría al precio jamás—dijo un poco altanera, sabía que hacerse la digna no resultaría en algo bueno, no quería perder su empleo por ofender a su jefe.
Diego sonrió de lado y se sobó el mentón. —Tengo mucho dinero, aunque eso no es algo que deba de hablarlo contigo, solo di un numero no me importa, y si a mí no me importa a ti menos debería de importarte.
—¿Y como esta tan seguro que quiero dinero?—Preguntó ella tratando de entrar a su juego.
Silencio total.
—¿Qué quieres?.
—¿Por qué yo?.
—No lo se, eres sensual, bonita, eres como ese reloj brillante que se vería bien en mi muñeca, y necesito ver que me quedas—Dijo Diego divirtiéndose un poco.
Rose caminó por la habitación y subió al pequeño escenario que había ahí, miró el tubo de Poole dance y se sujetó de una mano en el.
—¿Y si no?.
—Te dejaré en su lugar y seguiré mi camino.
—¿Y si si?.
—Soy un hombre que no suele usar las mismas prendas dos veces, a menos…que sea una prenda que me guste mucho.
—Ya veo, pues yo soy una mujer que no cae en cualquier cama y con cualquier hombre.
Diego sonrió y la miró dar una vuelta en aquel tubo como si estuviera dando un paseo tranquilo, ella lo estaba provocando y funcionaba.
—Tienes suerte de que yo no sea cualquier tipo.
—Yo no le veo mucha diferencia.
La sonrisa de Diego se borró, aquello era una ofensa, ¿él?, ¿Ser igual que los demás?, de eso ni hablar.
—¿Qué quieres?.
Rose lo miró, ese hombre tan pulcro podría darle mucho dinero con solo tronar los dedos, pero tenía que ser mas lista que eso, ¿Aprovecharse de un pobre?, no, Rose no creia que se estuviera aprovechando de él, tenia que ser lista.
—Lo dejaré en blanco por ahora.
—Ya veo.
—Usted me dará lo que yo le pida en un futuro, si paso una noche con usted.
—Solo una cosa—Recalcó él.
—Si, solo una cosa.
—Muy bien, acepto.
—No tan rápido, ¿Cómo se que no me esta mintiendo?.
—Soy Diego Archí, yo jamás miento.
—Para mi eso solo es un nombre, no lo conozco.
Diego sacó su teléfono y marcó un numero, alguien respondió y él habló. —Carlos, necesito que hagas un contrato a mi nombre.
—¿Contrato sobre que?—preguntó una voz masculina y gruesa.
—Hay una joven aquí, a la que le daré lo que ella me pida, si se acuesta conmigo por toda una noche entera, no tengo que darte mas detalles, solo hazlo y tráelo al club.
—¿Me estas jodiendo Diego?.
—No, hazlo, te doy quince minutos, estoy perdiendo mi fabulosa noche.
—Esta bien, iré enseguida.
Rose solo lo miró y él terminó su llamada.
—Carlos es mi abogado—Aclaró Diego.
—¿Por qué fue a mi casa?.
—Para ver que no tuvieras esposo, no me gustan los problemas, no suelo ser muy…compasivo.
—¿Un esposo?.
—Eres bonita, debes de tener muchos pretendientes, y eso a veces no es bueno, pues puedes caer con cualquier don nadie.
“Muchos pretendientes”, no, Rose no se daba cuanta de eso, ella creia que los hombres no la notaban a menos que estuviera bailando en ropas menores, pero eso era mentira, dos de sus vecinos estaban enamorados de ella, algunos de sus compañeros de Danza quedaron cautivados con su carisma y con su belleza, pero ella nunca se dio cuenta. Rose no pensaba en el amor o en los hombres, tanto así que solo había tenido un novio, un muchacho de su edad con el que solo duró un mes.
—¿Qué quiere que haga?.
—Baila para mi, matemos el tiempo—Respondió él mientras recargaba sus brazos en el respaldo de aquel sofá.
Rose asintió, tomó un control que descansaba sobre una mesa de cristal, le puso Play a la música y Diego solo la miró. Diego era un comerciante de armas, todo lo hacía de forma legal, asi que su dinero era honesto hasta cierto punto, a él no le importaba ¿quién? o ¿para que compraban sus armas?, él solo las vendía y punto, también tenia algunos clubs nocturnos y algunos bares, eso sin mencionar la herencia familiar que recibió por parte de su abuelo, era un hombre con dinero, con tanto, que no se preocupaba aún si se gastara un millón de dólares en un día. Diego Archí era egocéntrico y listo, y si quería algo iba a tenerlo si o si, el dinero no era un problema para él, en realidad, nada era un problema para Diego, el heredero de la familia Archí.
La chica delante de él estaba nerviosa, pero al escuchar la música no lo pensó ni un poco y empezó a moverse, aquel vestido era bonito, pero con el no podría bailar, así que se acercó a Diego y lo miró directo a los ojos, se inclinó mientras se sujetaba de sus rodillas y se giró para quedar de espaldas a él, lo miró de reojo y se movió el cabello hacía un costado.
Diego entendió lo que la chica quería, así que se acercó un poco a ella para bajarle el zipper y lo hizo con mucha delicadeza, en cuanto Rose sintió que el zipper llegó abajo, se incorporó y se giró para verlo nuevamente.
Se quitó aquel vestido delante de él y lo dejó caer al suelo sin inmutarse, caminó hasta aquel tubo y empezó a bailar para Diego.
(Mientras tanto, en la villa de la familia Archí…)
—¿Diego no está?.
La abuela de Diego, la señora Evangelina miró a la bonita chica que estaba sentada de una forma perfecta y sonrió.
—Ya no debe de tardar en llegar, dijo que vendría esta noche.
—Debe de estar muy ocupado, con la empresa.
—Oh no, él no maneja la empresa, lo hace Paul, Diego se encarga de otros asuntos.
—Creí que diego quedo como el presidente.
—Si y lo es, pero solo se para en la empresa una vez a la semana, o a menos que tengan problemas.
—Entiendo.
—Te vez tan hermosa como siempre, recuerdo que Diego decía que tu serías su esposa cuando fueran mayores.
—Eran las palabras de un niño, de seguro él ya tiene novia.
—No, claro que no, aún esta soltero, yo no dejaría que se fijara en cualquiera, él debe de casarse con alguien de su nivel, alguien como tu.
Oriana sonrió y miró la taza de café que sostenía entre sus manos, a ella nada le haría mas feliz que casarse con Diego, pues desde que era niña se había enamorado de él, pero fue obligada a estudiar fuera del país y los lazos que tenia con Diego se rompieron, ahora que estaba de vuelta, ella esperaba que algo entre ellos sucediera.
Mientras tanto en una sala VIP del club de Luna, Rose daba su mejor número, Diego solo la miraba, ella era jodidamente sensual, estaba seguro de que en la cama Rose no sería une decepción, y ya no veía la hora de someterla de todas las maneras posibles, era la primera vez que hacía un trato de este tipo con una mujer, y estaba seguro de que era una buena inversión, mujeres como Rose no se encontraban todos los días.
De pronto alguien entró, era uno de los guardias del lugar, se acercó a Diego y le dijo algo al oído, salió de aquel lugar y Diego se puso de pie, detuvo la música y miró a la chica que respiraba con fuerza.
—Ya llegó el abogado—Informó él.
Unos minutos después, Carlos, el abogado de Diego, lo miraba leer aquel contrato que había echo con rapidez, rápido pero todo de forma diligente, miró a la chica que estaba cruzada de brazos. “Ya veo por que hace lo que hace” pensó Carlos, la chica era bonita, aunque le parecía extraño, pues todas las mujeres se morían por salir con ese infeliz al que tenia como jefe y también quien era su amigo desde la preparatoria, “Extraño, muy extraño”.
—Muy bien— dijo Diego y firmó aquel contrato.
Se lo entregó a Rose y ella lo leyó detenidamente para después firmarlo, había una buena razón en todo aquello, ella esperaba algún día pedirle a Diego, que le pagara a su hermana una de las mejores universidades en todo el mundo, así Susi tendría la mejor educación de todas y no tendría que batallara como ella, firmando aquel contrato se aseguraba de que él cumpliría su palabra. Era un buen trato para ella, su virginidad a cambio del futuro de su hermana.
—Listo— dijo ella.
—Muy bien— dijo Carlos y le dio a firmar una copia. —Eso es todo.
—Gracias Carlos, ya puedes irte.
Carlos miró a Diego y le giñó un ojo. —Diviértete demonio.
Diego sonrió y lo miró salir.
—Muy bien, amante del diablo, no más bailes.
Rose tragó saliva y levantó el mentón, no había vuelta atrás. —Claro, no más bailes.