Marcela
Ya estaba esperando en el lugar acordado a que los chicos me dieran la señal, el escenario ya estaba preparado había un auto averiado a casi un kilómetro, puesto por los chicos, claro, el cual haría pasar como mío. Era sencillo lo que tenía que hacer, lo mismo de siempre y lo que mejor se me daba, seducir a un hombre, sin embargo, estaba nerviosa, sentía que me vigilaban, aunque no veía a nadie a mi alrededor.
Quizás es la muerte que ya viene por mí, al fin.
Agito la cabeza para alejar esa vocecita dentro de ella que me ponía aún más nerviosa, todo debía salir bien, perfecto, no podía permitir errores.
Me tomé unas píldoras que traía en mi cartera sintiendo como la ansiedad se apoderaba de mí cada segundo que pasaba y mi corazón palpitaba a una velocidad inmensa. Después de unos minutos me llegó un mensaje el cual leí rápidamente era de Juncas que leí rápidamente.
Juncas: Ya va en camino, en una camioneta negra, cristales claros. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Él tenía razón, sabía perfectamente lo que tenía que hacer así que tomé una bocanada de aire y me tranquilicé, era consciente del riesgo que corría, si algo salía mal y por casualidad la policía se enteraba de nuestros planes y nos hacían una trampa yo sería la primera en caer, también si la víctima se defendía o desconfiaba de mí, y ni hablar si de casualidad algo salía mal y decidía tomarme como rehén para que mis amigos no hagan nada en su contra, sabía todo eso y era eso lo que me ponía nerviosa, pero no el riesgo a morir, sino a dejar solas a Vanessa y mi madre, la muerte me podía llevar cuando quisiera, no me importaba porque al final de cuentas mi vida era una miseria y era mejor perderla que tenerla. Recordando nuevamente quien era me ajusté el vestido y todo el nerviosismo se fue, era Marcela Vásquez y no necesitaba nada más para salir de cualquier situación bien parada, así que me preparé, ya sabía lo que tenía que hacer.
Pasaron como minuto y medio hasta que se acercó la camioneta que me dijo el Juncas así que llevé a cabo el plan:
Salí corriendo a la carretera y con lágrimas falsas en el rostro, era una buena actriz. Me paré frente a la camioneta a tiempo para que se detuviera sin hacerme daño alguno mientras respiraba profundo y sollozaba. Él salió de su vehículo, se veía asustado.
- Señorita ¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien? - Preguntó mientras se acercaba a mí.
- No, es...estoy m.…muy mal. - Dije aun fingiendo el sollozo y tartamudeando.
- Pero ¿Qué le pasó? - Volvió a preguntar.
- Mi madre ...- Lo miré directo a los ojos. - Está en sus últimos minutos de vida y yo quiero verla antes de que muera. - Dije rompiendo en llanto y empezando a hipar.
- Tranquila ¿Por qué no va a verla entonces? - Ya estaba a mi costado y me puso una mano en el hombro.
- Iba en camino, pero mi auto se averió a casi un kilómetro de aquí y no pude esperar al mecánico así que salí caminando y aquí estoy. – Expliqué y lo miré nuevamente, suspiré había dicho todo eso muy rápido. - He intentado parar a varias personas para que me ayuden, pero nadie se conduele. - Volví a lanzar un sollozo.
- Tranquilícese, yo la voy a llevar ¿Vive muy lejos de aquí? - Asentí con la cabeza mientras me pasaba un pañuelo y yo lo acepté.
- ¿Usted lo haría? - Le miré de nuevo y el asintió con la cabeza. - ¡Pero qué buen hombre! – Sollocé de nuevo aparentemente inconsolable y muy agradecida.
- No me gustaría que mi madre se esté muriendo y no poder estar en sus últimos momentos, sería muy doloroso. – Fue lo único que se animó a decir. - Vamos suba a mi camioneta. Indicó guiándome con su mano en mi espalda baja.
Yo subí sin decir nada más no quería hablar, aún seguía sollozando, hasta yo me sorprendí con lo buena que soy, y él parece que comprendía mi silencio.
Unos minutos después tomé mi celular y llamé a Juncas como lo habíamos planeado, este respondió a la segunda timbrada.
- Aló. - Dijo este al otro lado de la línea.
- Soy Rosa, voy en camino. - Solo eso dije, pero sabía que ellos habían entendido y con eso bastaba.
- Okay, te estamos esperando, recuerda la señal que te dije para proseguir con la otra parte del plan. - Escuché al Gato, parece que tenía el altavoz.
- Okay, bye, nos vemos allá. - Con eso colgué.
- ¿Así que Rosa? - Escuché una voz a mi lado. El señor parecía querer indagar en mí.
- Si. - Sonreí tímida y puse un mechón tras mi oreja metiéndome en mi papel al máximo.
Iba a decir algo más cuando empecé a sentir nauseas, si, las píldoras que había tomado era para eso, me la dieron los chicos.
- ¿Te sientes mal? – Preguntó el señor de repente preocupado por mí.
Yo solo asentí y me quité un poco la chamarra que llevaba puesta dejando ver mi sexy vestido que obviamente no pasó desapercibido para él.
Perfecto.
- ¿Que sientes? - Volvió a preguntar y bajó la mirada a mis piernas, yo rodé los ojos y le dije:
- Nauseas, pero estoy bien esperaré llegar a mi casa para tomar un medicamento. - Él dirigió su mirada al frente y me dijo serio.
- Eres hermosa. - Lo miré de reojo, entonces vi la luz palpitante que me dijo el Gato sería la señal estaba en un lugar oscuro, entonces volví a tener náuseas y esta vez le dije:
- Por favor deténgase. - Me miró confuso y vio mi cara de asco por lo que asintió y se detuvo cerca de la luz.
En eso consistía mi parte, distraerlo y hacer que pare en el lugar justo, el tipo transportaba harta cantidad de dinero en su camioneta, pero lo hacía fingiendo ser un simple hombre que iba camino a casa en una camioneta vieja y gastada cuando en realidad era solo una fachada.
Salí corriendo de la camioneta mientras intentaba contener el vómito que ya iba subiendo mi estómago, rogaba por que llegaran los chicos antes de aquella escena asquerosa y segundos después ya estaban ahí.
- ¡¡Arriba las manos!! - Se acercó uno a él y no pude distinguir quien era, estaban encapuchados.
- ¿Qué? ¿Qué pasa aquí? - Preguntó el hombre, nervioso y obedeciendo.
- Esto es un asalto. - Volvió a decir el sujeto, que reconocí la voz esta vez ya que habló más suave y era el Gato.
En eso se acercó otro a mí y me pasó un frasco con un líquido raro.
- Bebe eso, te hará sentir mejor. - Supe de inmediato que era Juncas.
Me lo tomé en seguida e hizo efecto muy rápido porque sentí un caliente en mi estómago y las náuseas desaparecieron, así que me reincorporé a la escena del crimen.
- ¡No le hagan nada a ella! - Le escuché gritar. A lo que el Gato le dijo.
- No te preocupes por ella ya hizo su parte. - Él miro con los abiertos como platos.
- Vámonos. - Dijo un chico del grupo el cual no conocía su nombre, mientras los otros buscaban dentro de la camioneta el dinero que debía estar allí. Yo me acerqué a la víctima y lo miré con frialdad.
- Tú ¿Eres una de ellos? - Se limitó a preguntar.
- Si, aprende a no confiar en una mujer bonita. – Le dije con una sonrisa igual de fría que un iceberg, le guiñé un ojo y volví con el Juncas.
- Vete con él, preciosa. - Se acercó el gato y me señaló al tipo de la moto para luego besarme la frente en un gesto tierno. - Nos vemos allá. - Yo asentí y me fui con el desconocido que no era tan desconocido, a fin de cuentas.
Tardamos menos de diez minutos en llegar al barrio y adentrarnos en el callejón que como siempre estaba oscuro. Detuvo la moto una vez lo suficientemente dentro para que no nos vieran y yo me bajé de la misma, él me imitó.
Duramos unos segundos en silencio hasta que él decidió romperlo.
- No nos hemos conocido bien, pero mi nombre es Harry. - Lo miré con una ceja levantada, ya se había quitado la capucha y era pelirrojo con rizos, tenía unos labios deseables y se le notaba ser musculoso.
- Eres el único que no tiene un sobrenombre. - Dije desinteresada mientras me quitaba la peluca, los lentes de contacto y los envolvía en la chamarra. Cuando levanté la mirada ya estaba a unos metros de mi entrando en una puerta que yo no había notado, fui hacia él. - ¿Qué haces? - El me miró con una sonrisa.
- Entro a mi casa. - Respondió encogiéndose de hombros y sorprendiéndome el hecho de que no sabía que tenía su casa aquí, de hecho, no sé dónde viven la mayoría de mis compañeros ahora que lo pienso.
O soy muy mala compañera o soy una pendeja porque todos ellos saben dónde ubicarme a mí y a mi familia ante cualquier cosa y eso tal vez no me convenga del todo si algún día pasa algo peligroso o meto la pata lo que sería muy probable, ya que como dije anteriormente entre cualquier persona y yo, me elijo a mí.
- ¿Por qué me trajiste a tu casa? - Me crucé de brazos y junté las cejas curiosa.
- Porque Juncas me dijo que te cuidara muy bien y te lleve a un lugar seguro... - Se encogió de hombros otra vez, si seguía haciéndolo iba a pensar que tenía un tic nervioso o simplemente problemas para coordinar sus movimientos. - Pensé que no hay un lugar más seguro que mi casa. - Respondió entrando a la misma y me invitó a pasar con un ademán que yo obedecí, aunque desconfiando un poco como siempre. - Estoy seguro de que van a tardar mucho en esto y por eso me pidió que te cuide, eres muy especial para él y para el Gato.
Eso ya lo sabía.
No dije nada más y me apoyé en la pared, saqué un cigarrillo de mi cartera y lo encendí mientras apoyaba uno de mis pies en la pared, Harry hizo lo mismo que yo y saco un sobre de sus bolsillos.
- ¿Entonces te llamas Rosa? - Dijo casi en susurro, no sabía distinguir si lo había hecho en modo de pregunta o de afirmación, de igual modo decidí tomarlo como pregunta.
- No, pero los chicos me dicen así o, mejor dicho, todos en el barrio me dicen así. – Aclaré y lo miré, pero él solo miraba al frente.
Se apartó de la pared y se sentó en el mueble que era color café y aquel cuarto no era muy claro que digamos, parecía la casa de un vampiro por el tono oscuro y tenebroso, pero excitante que tenía. Vertió un poco del polvo del sobre en la mesa de cristal que había frente al mueble y lo inhaló por la nariz sin siquiera pensarlo dos veces.
Me miró después de hacerlo.
- ¿Quieres probar un poco? – Preguntó brindándome de lo más normal como si fuera un vaso de jugo.
Le devolví la mirada de manera intensa y tiré mi cigarrillo al piso bajando el pie que había apoyado en la pared y lo pisé para que se apagara, tampoco quería poner en riesgo mi vida una vez más provocando un incendio y además en una casa ajena. Había sido una noche agitada y quería relajarme, olvidarme del mundo por un rato. ¿Qué mejor que un poco de adrenalina capaz de provocarte amnesia y felicidad pura por unas horas?
- Ni sé para qué preguntas. – Respondí con una sonrisa y me acerqué a él, me senté a su costado, tomé el sobre e imité su acción y me acomodé en el mueble a esperar que hiciera efecto. Nunca había usado esta droga así que no sabía la cantidad de tiempo que necesitaba para hacer efecto o cuales eran sus efectos, bueno, tampoco es como si importara, todas las drogas tenían algo en común, anulaban la función de las neuronas dejándote completamente diferente y hacían daño, aunque obviemos la segunda en este caso, no importa.
Habían pasado unos minutos cuando empiezo a notar que Harry ya no está a mi costado, sino que se encuentra parado en la cocina haciendo no sé qué cosa y cuando se gira veo que tiene los ojos rojos no espero que se acerque mucho para lanzarme sobre él y empezar a besarlo, tampoco entiendo por qué lo hacía solo tenía ese deseo de tenerlo dentro de mí, de sentirlo penetrarme hasta el fondo y moverse hasta que los dos nos vaciemos a costa del otro, era como si una sensación de éxtasis me hubiera invadido de repente. Él correspondía a mis besos y me sostuvo entre sus brazos mientras yo tenía mis piernas envueltas en su cintura apretándome a sus caderas y sintiendo la dureza de su pene en mi centro que no hacía más que pedir a gritos sentir la sensación de un pene dentro, quería sentirme embestida y rápido.
Acariciaba mi cabello y yo el de él mientras nos besábamos de forma desenfrenada, me chocó contra la pared haciendo que yo gimiera un poco y él esbozaba una sonrisa de orgullo. Sentí sus manos recorrer mi espalda no sé lo que pasaba porque fue como si me tocara en mis puntos más sensibles haciendo que me diera más deseo aún si eso era posible, quería detenerme, pero no podía controlar mis actos, mi cerebro estaba totalmente apagado y solo podía dejarme llevar por la necesidad de mi cuerpo, le saqué el polo y lo tiré quien sabe dónde y el bajó el cierre de mi vestido que era completo por la espalda, por lo que se le hizo fácil dejarme solo en ropa interior y tener una vista estupenda de mí, que lejos de avergonzarme me dejaba orgullosa.
Me llevó hasta su cuarto sin dejar de besarnos desesperadamente, me lanzó en la cama y se puso sobre mí, lo empuje por el pecho y me puse encima de él, baje hasta su pantalón y le quité el mismo lo más rápido que pude, el me quitó el sostén y me puso debajo de él nuevamente, estábamos en un combate de quien tomaba el control, era obvio que los dos éramos autoritarios y dominantes en este asunto, y eso me encantaba así que empezó a besarme y lo dejé hacer, bajó hasta mi cuello, luego bajo a mis pechos y jugaba con ellos en su boca, mordía, apretaba y lamía mis pezones de una manera tan rica y excitante que solo me hacía gemir una y otra vez, luego bajó a mi abdomen dando besos en el hasta llegar a mi parte intima, quitó mi braga acariciando suavemente mis piernas y dando besos o pasando su lengua por mis piernas alternando de una a otra sin llegar a tocarme en lo más sensible de mí, que por cierto estaba hecho un mar de fluidos, sentí como se acercaba y respiraba allí, empezó a dar lengüetazos uno tras otro haciendo que tiemble de placer hasta que procedió a poner su boca por completo allí y no pude evitar gritar.
¡Por Dios y todos los santos, la virgen y sus ángeles también!
Estaba haciendo el famoso tornado de la lengua, y yo solo podía gemir y gritar de placer, esto aumentó cuando sentí que introdujo uno de sus dedos y lo movía de manera simultánea a su lengua hasta que tuve un orgasmo increíble, el mejor que he tenido en mi vida para ser exactos y se paró frente a mí con una sonrisa pícara que me dio a entender "ahora te toca a ti" así que me senté frente a él y le quité su bóxer, su m*****o estaba tan erecto que no me cabía en las manos, ya que era enorme, pero ¿Qué más podría yo esperar de un chico como él?
Empecé a acariciar desde la raíz hasta la punta suavemente viendo como sus gestos indicaban que le gustaba lo que hacía. Metí su m*****o en mi boca y él no dudó en agarrar mi cabello haciendo más ágil y rápidos mis movimientos. Sentía como si me ahogara, pero no importaba, soltó mi cabeza y bajé a sus testículos chupando y lamiendo, disfrutando de aquel m*****o tan gustoso mientras lo veía disfrutar del placer que yo le brindaba como la experta que era. No me detuve hasta que sentí que ya se iba a correr y entonces me alejé dejándolo con los ojos abiertos, sonreí con malicia y me subí en la cama abriendo mis piernas e indicando una sola cosa, lo quería dentro de mí ya.
Harry no perdió el tiempo y se acercó sorprendiéndome en cuanto me agarró de la cintura y me levantó girando mi cuerpo de costado y envolviendo una de mis piernas en su hombro y la otra en su pierna, entonces entró en mi sin ningún aviso hasta el fondo sacándome un grito inesperado, sus embestidas eran fuertes, cada vez más fuertes haciendo que yo gimiera cada vez más al punto de sentir que me quedaba sin aliento, en esa posición que nunca había utilizado sentía como me penetraba hasta lo más profundo de mi ser, sentía como si me rompiera el útero, pero me gustaba, sí que me gustaba.
Cambiamos de posición varias veces y los orgasmos vinieron uno tras otro de ambas partes hasta que los dos caímos prácticamente inconscientes en la cama y yo sintiendo como mi parte intima latía y mis piernas parecía de gelatina.