La doctora Kavanaugh no está feliz con los estudios realizados a Brooke. Mi esposa yace en la cama con la toma constante de los signos vitales y las bebés están siendo monitoreadas. Brooke está lidiando con los dolores como campeona y aunque quiere parecer serena, no me engaña, en sus ojos veo la incertidumbre. —Bien, después de evaluar los riesgos no hay cambio Brooke —anuncia la doctora —debemos realizar una cesárea. —Pero, ¿están bien? —inquiere en tono bajo. Ella asiente con una sonrisa suave. —Por supuesto, pero ya hemos hablado de lo mejor para este caso. Brooke me mira e intento transmitirle fortaleza, de nada le sirve que se dé cuenta de que estoy nervioso. —Voy a pedir que preparen el quirófano. Con eso la doctora| sale dejándonos a solas unos segundos. Me pongo de pie y