María Han pasado un par de días desde que Max me hizo el amor convirtiéndome en su amante, no debí hacerlo, siento vergüenza de mí misma, aunque sus besos y caricias revivieron mi roto corazón. Por otro lado, no tengo la mensualidad que le depositó a mi mamá, tal vez si hablo con ella me espere un poco, aun no le he dicho que renuncie, no tengo ánimos de escuchar sus regaños, además de que no puedo mirarla a los ojos. No me queda de otra, tendré que empeñas mis pocas joyas, no es que valgan una fortuna, pero por lo menos pueden ayudarme a completar la mensualidad. Las coloco todas juntas en la mesita de la sala y me siento en mi sillón a disque limpiarlas, tocan a mi puerta y me levanto a abrir, miro su penetrante mirada clavada en mí y obviamente mi corazón resucita por él. — ¿Qué ha