POV de Xander
—Bueno, señor Cage, debo decir que estoy bastante impresionado con su propuesta. Aunque, con todas las buenas reseñas que he oído sobre su empresa, no esperaba menos —dijo el señor Chu Hu.
—¡Gracias, señor! ¡Siempre intentamos ofrecer lo mejor a nuestros clientes! —respondí. Me alegraba que estuviera impresionado con nuestro trabajo, pero tenía la sensación de que venía un “pero”.
Chu Hu es un cliente muy importante. Actualmente es el hombre más rico de Asia. Posee una cadena de imperios que abarca distintos sectores.
Ahora busca a alguien que construya sus nuevas urbanizaciones y también que diseñe los camiones para todas sus fábricas.
Como soy dueño de la empresa constructora más grande de Estados Unidos, nos recomendaron entre los candidatos. Mi equipo y yo trabajamos veinte horas diarias durante las últimas dos semanas. Estoy lo bastante confiado como para decir que nos elegirá. No sé qué lo está frenando.
—Ya lo veo. Me encantaría darles el contrato, pero hay un problema —dijo el señor Hu.
—¿Cuál es? Seguro que podemos resolverlo —contesté.
—Lo dudo. Verá, tengo una política respecto a otorgar contratos a solteros. Por lo general, no se lo toman en serio. Sobre todo los jóvenes. Todavía son inmaduros —explicó con una expresión casi de disculpa.
Sabía que llegaríamos a esto. Muchos usan esa excusa. Que tenga 24 años no significa que sea inmaduro. Por el amor de Dios, dirijo con éxito una compañía multimillonaria. Y malditos paparazzi y su gusto por el chisme: por eso muchos me ven como un playboy. Si me ven con una chica, al día siguiente ya aparezco en los diarios con la etiqueta de “nuevo fling”.
No pienso perder este contrato por nada. Es mi llave para entrar al mundo empresarial a******o, y lo necesito.
—Entonces no habrá problema. Me casé recientemente. No quiero hacerlo público todavía; por ahora lo mantenemos en secreto —mentí. Recé en silencio para que me creyera. Mi asistente personal y mi secretaria me miraron, pero les lancé una mirada para que se callaran.
—¿De veras, señor Cage? ¡Esa es una gran noticia! ¡Felicidades! En ese caso, ¡el contrato es suyo! —dijo Hu. Gracias a Dios, se tragó la mentira.
—Gracias, señor Hu. Le aseguro que no se arrepentirá de su decisión.
—Confío en ti, muchacho. Aunque, antes de firmar el contrato, me gustaría conocer a tu esposa. Te invito a cenar a mi casa el domingo —declaró.
Bien. Estoy metido hasta el cuello.
—Claro, señor Hu, allí estaremos —le aseguré.
El señor Hu y su equipo se levantaron para irse. Los acompañé hasta el ascensor y luego volví a mi despacho.
Me senté a pensar cómo resolver la situación. Podría contratar a una actriz o una modelo para que haga de mi esposa, pero esas chicas pueden ser pegajosas y no tengo fuerzas para lidiar con eso.
—¿Te casaste y no me avisaste? —gritó Rick en cuanto irrumpió en mi oficina. Es el único que tiene derecho a entrar así. Si hubiera sido otra persona, ya estaría muerto. Rick ha sido mi mejor amigo desde niños. Su padre era el jardinero de mis abuelos y su madre, la cocinera. No tenía amigos porque casi no salía de casa, así que me quedé con él. Cuando me convertí en don de la mafia, lo elegí como mi mano derecha. También es el COO de mi empresa.
—Buenas tardes para ti también, Rick —le solté, rodando los ojos.
—Ahorra el saludo, Cage. ¡Vamos a lo importante! —dijo, sentándose frente a mí.
—No me casé, idiota —le solté.
—Pero la noticia ya corrió por toda la oficina. Si es falsa, entonces mentiste.
—¡Bravo! Veo que tu cerebro sigue funcionando —lo aplaudí con sarcasmo.
—Vaya, no pensé que tuvieras la cara para soltar semejante mentira… pero, ¿qué puedo esperar de un don? En fin, ¿qué vas a hacer ahora, si el señor Hu quiere conocer a tu supuesta ESPOSA? —preguntó Rick con una sonrisa maliciosa. Estaba disfrutando de mi dilema.
—No lo sé, pero lo que sí necesito ahora mismo es un trago —dije, pasándome la mano por el cabello.
—Entonces, ¿qué esperamos? ¡Vamos! —respondió, poniéndose de pie. Negué con la cabeza y lo seguí.
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Rick y yo fuimos a uno de nuestros clubes a beber. Nick y Jo, nuestros otros colegas, ya nos esperaban. Subimos directo al lounge VIP del piso de arriba.
Apenas me senté, empecé a beber.
—Tranquilo, ¿qué pasa? —preguntó Nick. No le respondí.
—Déjenlo, está celebrando su boda —dijo Rick, bebiendo un sorbo.
—¿Boda? —repitieron a coro Nick y Jo.
—Sí —sonrió Rick.
—¿Cuándo te casaste? —preguntó Nick.
—No me casé. Necesito el contrato de Hu, pero según él, solo se lo da a casados —expliqué brevemente.
—Ridículo —soltó Jo.
—Lo sé. ¿Qué novedades hay con nuestro contenedor? —cambié de tema. Odio ser yo el tema de conversación.
—Todo va según lo planeado. Los Adio quisieron dar problemas, pero los controlamos —explicó Jo. Tanto él como Nick forman parte de mi organización.
—Bien. Avísenme cuando llegue; ya tengo a alguien interesado en comprar las armas.
—Entendido, jefe —respondió Jo.
Seguimos bebiendo y charlando. Miré hacia la pista de baile y entonces la vi.
Llevaba un vestido corto rojo lava que le ceñía el cuerpo como una segunda piel. La espalda estaba totalmente descubierta. También llevaba tacones rojos y labial del mismo tono. Parecía una auténtica seductora. Aunque había algo en ella que gritaba “inocente”. Medirá alrededor de 1,65, lo que es bajo comparado con mi 1,86.
Bailaba con libertad junto a otras dos chicas, que supuse eran sus amigas. Debió sentir mi mirada, porque se giró y me miró directamente. No estaba seguro de si podía verme bien, ya que yo estaba arriba.
Nos quedamos mirándonos unos segundos antes de que ella se diera la vuelta y siguiera bailando. Empezó a twerking al ritmo de la música, con su espalda directamente hacia mí. Tenía la sensación de que estaba montando un espectáculo para mí.
Solté un gruñido cuando empezó a moverse arriba y abajo lentamente, de manera provocadora. Tenía un cuerpo espectacular y mi cuerpo reaccionó. Eso era una novedad: no suelo excitarme solo por ver a una chica bailar.
Tuve suficiente de su provocación, dejé mi copa y bajé. Fui directo hacia ella. Se giró y miró hacia donde yo estaba sentado; vi la decepción en su rostro cuando notó que ya no estaba allí.
Puse mi mano en su cintura y ella se volvió hacia mí. Se relajó al darse cuenta de que era yo quien la sujetaba.
La atraje más y le susurré al oído:
—No soy el tipo de hombre al que provocas y te vas de rositas, mia cara.
—¿Y quién te dijo que quiero irme de rositas? —rodeó mi cuello con sus manos pequeñas. Su voz sonaba como la de un ángel.
—No tienes idea de lo que estás pidiendo —reí bajo.
No dijo nada, así que empecé a mover nuestros cuerpos al ritmo de la música. Ella siguió mi guía.
Antes de darme cuenta, se dio la vuelta y comenzó a presionar su cuerpo contra el mío.
La pegué más hasta tener toda su espalda contra mi pecho. Debió gustarle porque empezó a moverse con más descaro. Sentí cómo me endurecía. No pude evitar bajar besos ligeros por sus hombros. Ella arqueó la espalda, ofreciéndome el cuello.
Bien. Me gustaba saber que la estaba afectando tanto como ella a mí.
—No tienes idea de lo que me estás haciendo, mia cara —le susurré ronco al oído. Estaba decidido a llevármela esta noche.
Justo antes de que respondiera, sonó una alarma. ¿Venía de su pierna?
—Tengo que irme —dijo, y antes de que pudiera reaccionar, salió corriendo. Quise seguirla, pero eso no hablaría bien de mi reputación.
Me quedé allí, en medio de la pista, solo y excitado. Estupendo. No soy de esos tipos que se alivian solos cuando están calientes, así que necesitaba desfogarme.
Le hice una seña a Kisha para que me siguiera y lo hizo encantada. Kisha es mi prostituta personal en este club. En cada club que poseo tengo una diferente. Ventajas de ser el don.
Me siguió hasta mi suite privada.
—¡De rodillas! —ordené. Kisha entendió lo que quería. Se puso de rodillas frente a mí, bajó el cierre y sacó a mi pequeño. Se lo metió en la boca con ganas y empezó a chupar.
Le sujeté el cabello y marqué el ritmo de sus movimientos. Cerré los ojos e imaginé a cierta chica con vestido rojo arrodillada en su lugar.