Los llantos de Sila rompieron el silencio en casa de los Canarias. La niña, se despertó a las cuatro de la mañana llorando pidiendo de comer provocando que la pareja se despertara sin embargo, a pesar de haber comido Sila no volvió a dormir y sólo lloraba a todo pulmón alertando a la mamá primeriza que le pidió a su marido que la revisara. —Luz, la nena no tiene nada, tal vez sólo es una momento. —Un momento que ya duró cinco horas David... ¿estás seguro de que no está enferma? —No, mi amor... debe tener algo más. Sila lloraba desesperada mientras Luz la mecía en sus brazos y luego acariciaba su espada para tranquilizarla. —Ya mi amor ¿qué tienes? Ojalá pudiera entenderte. —Dámela, déjame intentarlo yo. David estiró las manos y Luz se la pasó a su esposo que la recargó sobre s