David y Luz permanecieron horas besándose mientras las horas pasaban en esa noche donde ambos habían de nuevo logrado ser uno sólo sin que nada los interrumpiera. Juntos se decían cuanto se amaban, se acariciaban los cuerpos y besaban cortándose la respiración. Luego se miraban a los ojos y sonreían para repetir todo de nuevo. —¿Crees que Sila esté bien? – Le preguntó Luz mientras lo veía a los ojos. —Claro que está bien, puede que tu hermano traiga un brazo enyesado, pero estoy seguro de que si y que está feliz de estar con sus tíos, aunque ellos no lo estén. Ambos rieron. —Pobre Manuel, él ha tenido tan pocas oportunidades de estar a solas con tu hermana y mira lo que pasa. —Créeme, han tenido más oportunidades que nadie, sólo que tu hermano tiene miedo a fallar, yo una vez lo