Después de regresar al pueblo y de vivir una de las experiencias más bonitas que fue escuchar la risa de la pequeña Sila, los Canarias regresaron de nuevo a Real de Catorce para esta vez descansar un poco en el cuarto del hostal que habían rentado para en la noche salir a disfrutar de uno de los espectáculos naturales que se pueden ver en el lugar, las famosas noches estrelladas. Con Sila, muy bien cubierta, y con luz con una cámara que tomaba unas fotos del cielo, increíbles, ellos disfrutaron de la vista mientras tomaban un rico atole de arroz y cenaban un pan “de feria” de uno de los puestos que habían encontrado por ahí. Todo era paz y tranquilidad, un rico frío que empezó a hacer, gracias a la altura, provocando que Sila, después de un rato, cayera profundamente en los brazos de Mor

