Luz Ruíz de Con en toda su vida jamás había visto a alguien morir, ni mucho menos de la forma en que Yesenia lo hizo. Ahí estaba frente a ella rescostada sobre esa pequeña cama improvisada, inmóvil con los ojos cerrados y los labios pálidos. El olor a sangre era en verdad fuerte al grado que David tuvo que abrir la ventana para que el fresco de la madrugada entrara a la habitación. Con la niña entre sus brazos Luz sollozaba cansada de llorar, mientras David la veía del otro con los ojos igual de hinchados y rojos de hacer lo mismo. Hizo lo que pudo, todo lo que puedo, sin medicinas, ni aparatos, ni nada, los atendió a todos pero no había remedio casero para lo que acababa de pasar, ni tampoco una señal que se lo hubiera dicho antes. —Luz.— Le murmuró pero ella veía a la nada con la beb