El viaje a Tepoztlán, fue uno de los más raros que David había tenido en toda su vida. Fue una mezcla entre describir un lugar mágico y lleno de vibra y tradición, a después sentir que ahí el destino de todos se había definido y que él sin querer había descubierto una que otra cosa sobre el suyo. Sin embargo, se fue un poco más preocupado por lo que le habían dicho a María Julia que lo que le habían dicho a él, por lo que aprovechó el camino de regreso para reflexionar todo mientras Luz venía observando las fotos que había tomado y decidía más o menos cuáles irían a su blog; los demás dormían cansados atrás, incluyendo a la pequeña Sila que parecía que ella también había comido montones de “beso de Cenicienta” como su prima. Llegaron a la Ciudad de México a las ocho de la noche, cansados