El dolor de cuerpo despertó a David Canarias al siguiente día de ir a Tepoztlán, después de cargar a Sila montaña arriba, comer la salsa y caminar todo el día le había pasado factura. —Ya no soy el joven de antes Luz.— Murmuró cuando ella se sentó sobre la cama con Sila en brazos quien comía felizmente mientras la miraba con sus hermosos ojos verdes. — Cálmate abuelo Canarias. No es para tanto, imagínate a los que suben con el costal lleno de envases de refresco. —Ellos ya están acostumbrados. —Pretextos, yo me casé con un picaflor, joven gallardo, sin miedo a nada, ahora me sales con que ya eres un abuelo... bueno, tal vez tiene razón cuando uno cumple casi 30 años quiero pensar que la vejez llega.— Bromeó Luz. —Ya tendrás 29 mi vida, y ese día te daré muchos besos, por ahora dis