Capítulo 3. Sumisa.

1161 Palabras
Juliette Moreau Me doy cuenta que me decepciona escuchar el mismo tono frío de siempre. Nada comparado con esa manera ronca y grave de ordenarle a su amante que no se mueva. «Masoquista». —Me la gané —respondo, encogiéndome de hombros y fingiendo tranquilidad. Pero a mí no me sale tan bien como a él. Su boca se curva apenas, un gesto tan leve que casi lo pierdo. Se acerca un paso. Otro. Hasta que me siento atrapada aun con al menos dos metros de distancia entre los dos. Aunque yo sigo medio acostada en la cama, y él me mira desde arriba, con la misma superioridad de siempre. Baja la mirada a mi mano, que está en mi regazo. Casi que lo veo como un sabueso, olisqueando la humedad. Ruego para que mis mejillas y mi cuello no se pongan rojos de vergüenza. —¿Estabas ocupada? ¿Interrumpo algo? «Ay, Cristo». Él no se dio cuenta, ¿verdad que no? Y en el hipotético caso que tenga una idea, él no sabe lo que me pasaba por la cabeza para estar dándome placer. No lee mentes. Es un demonio, pero no con sus habilidades. Da un paso hacia mí. Luego otro. La distancia se acorta hasta que siento su sombra sobre mí. Se inclina, me obliga a levantar la mirada. —Dime, Juliette… —susurra, tan cerca que puedo oler su perfume mezclado con el vino—, ¿te gustó lo que viste? El corazón me da un salto. No respondo, pero mis mejillas arden. «Él lo notó. Claro que lo notó. Maldito Lucifer». —No sé de qué habla. —Intento hacerme la indiferente, pero mi voz me traiciona aunque lo niegue. Su risa es breve, oscura. —Te excitó. —No lo pregunta, lo afirma. Mira de nuevo mi mano brillante por mi propia excitación y sonríe con arrogancia—. ¿Qué pasó, Juliette? ¿No te bastó con mirar en silencio? No respondo. Mi cuerpo me traiciona, y él lo sabe. Su sonrisa persiste, lenta, segura, cortante. —Admítelo —murmura—. Te excitó ver. Y lo odias tanto como lo deseas. Su cercanía me enciende la piel. No me toca, pero siento su calor, su respiración demasiado cerca. —¿Quieres que lo diga por ti? —susurra con esa calma insoportable—. Te viste ahí, en lugar de ella. Bajo mis manos. En mi cama. Un escalofrío me recorre entera. Aprieto los labios para no responder, pero el maldito sonido que se escapa de mí me descubre, es un gemido ahogado, de pura frustración. Él sonríe, arrogante, disfrutando de mi reacción. —Eso pensé —dice con tono bajo, casi burlón—. Te calienta imaginarte obedeciendo, ¿verdad? Llamándome… ¿cómo es que me dices cuando no me miras a la cara? ¿Lucifer? Aston ladea la cabeza, saborea cada segundo de mi incomodidad. Sabe que no diré nada. —¿Quieres que me calle? —Sacude la cabeza, respondiéndose él mismo—. No, ¿verdad? Quieres que siga. Quieres que te diga cómo te pondría de rodillas, cómo sujetaría tu cuello, cómo haría que gimas solo cuando yo lo permita. Mis piernas se tensan, mi respiración se acelera. No debería escucharlo, pero no puedo detenerlo. —Solo por ver a escondidas te pondría ese culo rojo, un castigo pequeño para la afrenta. ¿Te imaginas a mi merced, Juliette? Mi nombre en su lengua es peligroso. Lo arrastra con parsimonia, con sensualidad. Es demasiado estimulante. —¿Te imaginas siendo como la mujer que acabo de mandar a su casa porque quería venir aquí contigo a acabar lo que empezaste? Trago en seco. —Te va el rollo dominante, ¿es así? —No sé cómo logro encontrar algo de estabilidad en mi voz. Me siento demasiado vulnerable ahora mismo. Su sonrisa se vuelve peligrosa. Se encoge de hombros. —Solo cuando quiero. Entorno los ojos. —¿Es eso lo que quieres? ¿Para eso me trajiste aquí? ¿Para atarme al cabecero de tu cama, ponerme el culo en pompa y follarme como un animal? Mis palabras le llegan. Lo veo. —No, no fue para eso —susurra, se lleva el pulgar a ese labio inferior regordete y provocador—, pero la imagen que me muestras me interesa. Ponte de pie. La orden llega fría y directa. Y antes de que pueda darme cuenta, mis pies están moviéndose fuera de la cama. No logro reaccionar a tiempo, cuando ya tengo su mano rodeando mi cuello y su cuerpo empujándome contra la pared detrás de nosotros. —¿Esto es lo que quieres? Su gesto me roba el aire. No aprieta, apenas me sostiene, pero el peso de su control es suficiente para que todo mi cuerpo reaccione. Su mirada está fija en la mía. Es oscura e intensa. Levanta una ceja, a la espera de mi respuesta. Sin embargo, mis labios se abren, pero ningún sonido sale. Estoy jadeando, temblando, con la humedad entre mis piernas aumentando con cada segundo. «Lo odio. Odio que pueda provocar esto en mí sin siquiera tocarme en otro lugar». Aprieto los muslos, mis manos intentan buscar apoyo contra la pared, pero él me inmoviliza solo con esa presión firme en mi cuello. Y aunque sé que podría apartarlo, que bastaría con un empujón para librarme, no lo hago. No quiero hacerlo. Un gemido se me escapa, bajo, humillante. Lucifer sonríe. Ese hijo de puta sonríe, disfrutando de lo que me acaba de sacar. —Lo sabía —murmura, con una arrogancia insoportable. Trago saliva, intentando recuperar un mínimo de control. «Esto no está bien, Juliette. No puedes darle el poder. No puedes rendirte a él». Pero una parte de mí lo quiere. Una parte que me quema desde que lo vi con esa mujer, una parte que necesita saber cómo sería estar bajo su dominio. No obstante, ahora que lo pienso de otra manera, si acepto lo que me ofrece, si me convierto en lo que él quiere que sea, podré estar más cerca. Mucho más cerca de lo que nunca imaginé. «Cerca de su intimidad. Cerca de sus secretos. Cerca de lo que necesito». La excitación se mezcla con una certeza fría y calculadora. Levanto el mentón, como si de verdad pudiera fingir seguridad en medio de este incendio. —Sí —susurro, apenas audible—. Esto es lo que quiero. Él arquea una ceja, su pulgar roza la piel de mi garganta. —¿Segura? —Ahora sí se escucha ronco. Si no lo creyera más moderado en sus emociones, diría que hasta sorprendido. Respiro hondo, mi cuerpo me traiciona con otro temblor. —Sí. Pruébeme. Quiero que vea que puedo ser lo que usted busca. En sus ojos explota una chispa de satisfacción. Y me doy cuenta que acabo de abrir la puerta de un juego del que no habrá vuelta atrás.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR