[KIAN]
El sol de la tarde se desliza sobre los campos como una caricia tibia. Las hojas de los álamos se mueven con el viento otoñal, dejando caer algunas que terminan revoloteando a nuestro alrededor. Después de la llamada con mis padres, siento una especie de alivio mezclado con una calma inquieta. Por fin lo dije todo. Les conté de Caeli, del bebé, incluso de esa mínima posibilidad que todavía flota en el aire sobre quién podría ser el padre.
Y aun así, al colgar, no sentí juicio ni reproche. Solo silencio y luego la voz de mi madre diciendo: “Gracias por confiar en nosotros, hijo. Ya es hora de que seamos parte de tu vida otra vez.”
Ahora camino junto a Caeli entre los corrales. Ella tiene una mano apoyada sobre su vientre, como si lo hiciera inconscientemente cada vez que piensa en
