SUEÑOS ROTOS

724 Palabras
La familia Pieres sin duda alguna es acaudalada y posiblemente sea dueña de los campos más grandes de la región y es por eso por lo que nos llevó varios minutos llegar hasta los establos donde esta Moana. Entiendo perfectamente el desespero en la señorita Caeli, y es que el vínculo que se puede crear con un caballo es tan fuerte que puedes llegar a sentir su mismo dolor. —Por favor, cúrela —me pide cuando bajamos del carro de golf y cargo mi pequeño maletín, con lo esencial para hacer mi trabajo. —No se preocupe, hare todo lo que este en mis manos —le aseguro y de inmediato entro a los establos junto con ella. —Por acá —indica guiándome hasta llegar al box correspondiente. Al entrar al box, veo a una preciosa yegua color blanca sobre el suelo que a primera vista se nota lo enferma que esta. —¿Hace cuanto que esta así? —averiguo mientras le tomo la temperatura. —Desde hace tres días, anoche creía que había mejorado, pero parece que está peor —explica. —Entiendo, permítame hacer una pruebas para poder darle un diagnóstico mejor —indico. —Perdóneme, es que ella es muy importante para mí —dice y noto la tristeza en su voz—. Lo dejare trabajar —añade y luego siento sus pasos alejándose. Moana es hermosa, pero también me recuerda mucho a Zion, el fiel compañero de Aria y como consecuencia me recuerda que la perdí. Es difícil separar mis emociones, pero debo hacerlo, debo salvar a esta yegua, es mi responsabilidad. […] Cuando finalmente puedo diagnosticar lo que tiene Moana, salgo del box y allí la encuentro a ella sentada en una de las bancas de madera que hay en el establo. Su mirada completamente cristalizada se fija en mí. —Por favor dígame que se pondrá bien —me dice llena de miedo. —Estará bien, solo hay que darle unos medicamentos —explico con calma. —¿Qué es lo que tiene? —me pregunta con temor. —Es influenza equina, vamos a tener que aislarla y darle antibióticos, un cuestión de días ella se pondrá bien —reitero y puedo ver el alivio en su rostro. —No sabe el miedo que sentí, es que si la pierdo me muero —me cuenta. —Por lo que veo es especial para usted, ¿no? —averiguo un poco sorprendido ya que mayormente en criaderos como este el cariño hacia los animales es equitativo. —Me la regalo mi madre, es el último regalo que me hizo antes de morir —me cuenta haciéndome entender la situación de mejor manera. —Comprendo, es normal que la quiera tanto —digo sincero. —Por cierto, no nos hemos presentado, soy Caeli Pieres —menciona amable y estira su mano para saludarme formalmente. —Kian Gagnier —respondo y estrecho su mano. —¿Frances? —averigua con dudas. —Mi padre, yo nací en Estados Unidos —explico y sonríe. —Ya… ¿tiene la receta para los medicamentos? Le puedo decir a Mario que vaya a buscarlos al pueblo —me pregunta y asiento. —Si, aquí esta, cuanto más pronto los tengamos mejor será —aviso y ella asiente. —Por supuesto, le diré que vaya ahora mismo —informa cuando de pronto veo a un hombre de cabello oscuro entrando al establo. —Mi amor, me dijeron que Moana se puso peor, ¿Cómo esta? —pregunta él y la abraza desde atrás para después depositar un beso en su cuello. —Hola, si justamente el doctor Gagnier termino de revisarla, tiene influenza equina —explica y él me mira por encima de su hombro. —¿Así que sos el veterinario? —me pregunta y asiento. —Si, un gusto, ahora si me disculpan debo volver a la estancia, el señor Pieres me espera —indico para luego dejarlos solos y tratar de no pensar que esos éramos Aria y yo antes de perderla. Me duele ver a parejas felices, me duele darme cuenta que el futuro que soñé a su lado jamás llegara. No sé cómo seguir sin su presencia en mi vida, no sé cómo renunciar a los sueños que tuvimos una vez, simplemente siento que no puedo.
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