Con Tu Recuerdo

ENFRENTAMIENTOS

La música ya casi no se escucha, las voces se han callado y solo quedamos nosotros bajo el cobijo de este gran sauce que es el único testigo de las lágrimas que no dejan de rodar por sus mejillas. Me siento un tonto por haberla juzgado como lo hice, ni siquiera lo conozco y me atreví a pensar que era una niña tonta a quien su padre le cumplía todos sus caprichos.

Ahora entiendo que me equivoque por completo con ella, que de verdad es fuerte y que solo busca la manera de estar preparada para lo que viene. Si estuviera en su lugar no sé qué haría, es más todo esto me ha hecho pensar en mis padres y en cómo sería todo si ellos no estuvieran, o si me enterase de algo como que le está ocurriendo a Gerardo.

—Lo siento, vos no tenés porque aguantar todo esto —me dice avergonzada e intenta secar sus lagrimas tal y como si le diera vergüenza que la vea llorar.

—Oye, no te disculpes por llorar, es de humanos hacerlo —le digo y sin poder evitarlo la tomo del rostro para que me mire a los ojos—. Sabes, no te conozco demasiado, pero te puedo decir que eres una mujer muy fuerte y que de seguro tu padre esta muy orgulloso de ti —pronuncio desmontando todos los prejuicios que tenia de ella.

—Gracias por esas palabras, pero la verdad es que no creo que sea tan fuerte como todos creen… —difiere y respira hondo—. Siento que no voy a poder con todo esto cuando él no esté —continua.

—¿Con que no podrás? Sabes, he visto como manejas las cosas del campo y eres muy buena —señalo.

—No lo sé, simplemente no me siento capaz —murmura.

—No sé si te sirve de algo, pero no tengo planes de renunciar, así que, si me necesitas para algo aquí estaré —le ofrezco y una media sonrisa se dibuja en sus labios.

—¿De verdad? —averigua y esboza una tímida sonrisa.

—Estoy encantado con Anguil, además, el campo de tu familia es increíble y si puedo ayudar en algo lo hare —expongo.

—¿Me perdonás por lo de anoche? —insiste y asiento.

—Ya hablamos de eso y está todo bien —digo y le ofrezco mi mano—. ¿Qué te parece si somos amigos? —propongo haciendo que sonría.

—¿Amigos? Apenas me conoces —comenta un tanto sorprendida.

—Bueno, si somos amigos nos podemos conocer mejor —explico como si fuese algo obvio y sonríe.

—Eso es verdad —dice y mueve un mecho de su cabello detrás de su oído—. ¿Eso quiere decir que vas a seguir dándome clases de equitación y todo eso? —me cuestiona y asiento.

—Claro que sí —confirmo cuando de pronto escuchamos un ruido que nos hace voltear a ver hacia un costado y allí esta Mariano.

—¿Qué querés? ¿Por qué estás acá? —le pregunta molesta mientras que se pone de pie con la intensión de enfrentarlo.

—¿Tan rápido me cambiaste? ¿Para eso me reclamaste como si realmente te doliera que Romina y yo estuviéramos juntos? —le dice él y no puedo entender como es posible que sea tan imbécil.

—Será mejor que te calles —advierto poniéndome de pie para interponerme entre ellos.

—¿Qué me vas a hacer? ¿Me vas a golpear? —replica a modo de reto y rio sarcástico.

—No perderé mi tiempo contigo, solo aléjate de ella y ya, ¿sí? No merece que un idiota como tu le arruine la vida —sentencio.

Él entrecierra sus ojos para verme como si estuviese tratando de entender lo que me traigo entre manos.

—Mariano, yo no puedo perder el tiempo con vos. Si sos feliz con Romina, ándate con ella, pero por favor te lo voy a pedir, no me jodas la vida, ¿sí? —intercede ella y su seguridad me sorprende.

—No es cuestion de felicidad, es que vos no me dabas lo que me da ella… capaz que con este idiota sea diferente…

—¡Cállate! —le grita y me toma de la mano—. Vamonos Kian —me pide como si quisiera huir de aquí.

—¿Con él si coges como se debe? —pronuncia Mariano antes de que ella y yo nos vayamos.

—¡Sos un hijo de puta! ¡Ándate! —dice más alto y antes de que yo pueda reaccionar, ella sale corriendo.

—Eres un imbécil, no puedo creer que le hables así a una mujer —digo molesto y ni siquiera me pongo a perder el tiempo con él, solo voy detrás de ella con la única intención de poder hablar y consolarla por lo que acaba de pasar.