El murmullo de mis damas se vuelve un sonido lejano cuando noto su ausencia.
Bastian siempre se mantiene cerca, incluso en momentos de descanso. No es un hombre que desaparezca sin previo aviso. Pero ahora, al levantar la vista, no lo encuentro.
Mi corazón se inquieta.
Me incorporo con calma, sin llamar la atención, y observo a mi alrededor. Los soldados conversan, las criadas se ocupan de los preparativos, pero él… él no está aquí.
Me alejo de la carpa con pasos medidos, ignorando el sonido de las voces que quedan atrás. Busco su silueta entre los árboles, entre los caballos, entre los hombres que se preparan para seguir adelante.
Nada.
Entonces veo a Keith.
Se encuentra de pie, vigilante como siempre, con la postura de un soldado que siempre sabe más de lo que dice.
