Descender del caballo me exige más energía de la que tengo. Siento el ardor del veneno en cada músculo, en cada respiración contenida, pero no puedo permitirme mostrar debilidad. No ahora. El tiempo se encoge a mi alrededor, y la incertidumbre pesa más que cualquier certeza. Hasta que la veo. Isi camina hacia mí, su porte sereno, una mano descansando sobre su vientre. El solo verla me devuelve algo parecido a la esperanza, como si el mundo no estuviera a punto de derrumbarse bajo mis pies. Debo ser fuerte por ella. Cuando está cerca, sonríe levemente. —Tienes mala cara—dice, intentando sonar juguetona, pero la preocupación se asoma en su voz. Fuerzo una sonrisa. —Solo estoy cansado—expresó mientras tomo su mano para guiarla al carruaje qué ya espera por nosotros. No debo decir m

