Keith asintió con la cabeza obedeciendo a mi orden; sin embargo, entre los dos se podía sentir una sensación extraña, tal vez porque hasta el momento no habíamos tenido que llegar a este extremo. Ninguno de los dos había torturado a alguien anteriormente, aunque no es que no supiéramos como hacerlo, la crueldad humana era ingeniosa cuando se trataba de lastimar a alguien y en la condición en la que me encontraba, al borde de la muerte, me obligue a mí mismo a dejar atrás mis ideales y mi moral para poder resolver esto. No quería morir y si alguien debia sufrir, prefería que ese no fuera yo. —¡Saquen a estos cerdos de aquí!—grito Keith ordenándole a los hombres que los vigilaban que los sacaran de las celdas. Todos se movieron rápidamente mientras Keith y yo los observábamos salir uno a un

