—Él nos dijo que...—hizo una pausa para tomar una bocanada de aire, quizás la última— su nombre era... Bastian...de Valois. —¿Qué estupidez estás diciendo?—vocifero Keith tomándolo por el cuello y aquel hombre, debido a la brusquedad con que Keith lo tomo, soltó un gemido doloroso. —¡Basta, Keith!—me digné a decir sucumbiendo a la benevolencia. ¿Qué más podía hacer por él? Mi amigo volvió la mirada hacia mí y al igual que yo estaba muy desconcertado, furioso y extrañado de que Armand Leblanc actuara de ese forma, pero antes de creer que lo que nos decía era una mentira, quería escuchar que era lo que el hombre diría con sus últimas palabras antes de sucumbir ante la tortura que Keith y los demás guardias había aplicado sin piedad. —¿Por qué él usaría mi nombre?— vociferé, aunque hablar

