El hombre me miró desconfiado y tenía sus razones, había perdido una mano y también había revelado cosas que tal vez ponían su vida en peligro, casi el mismo que estaba viviendo en ese instante.
—¿Qué condición?—Lo escuché gruñir o quizás era un gemidos de dolor, el caso era qué en su voz noté duda y desconcierto, pensándolo bien, yo en su lugar también me sentiría de esa forma. ¿Por qué un rey querría hacer un trato con un simple hombre?
—Al amanecer voy a partir de este sitio en busca de algo importante, así que no tengo tiempo que perder, por lo tanto, no tengo nada en contra de ustedes...
—¿Entonces para qué nos torturó?—alguien me interrumpió y al buscar con la mirada el origen de aquella voz, descubrí a un jovencito, tal vez de unos dieciocho o diecinueve años, era muy joven para
