Al alejarnos de la ciudad, mis nervios y todos mis miedos comienzan a desaparecer con el viento qué choca contra mi rostro. Comienzo a sentir lo que es ser libre, aunque también siento una extraña sensación en el pecho, es como una voz qué me advierte qué no debo bajar la guardia ni confiarme hasta salir del reino. Shelly, la yegua, corre rápido, tanto como para llegar a la primera provincia una vez caída la tarde, así que aprovechamos esa primera parada para alimentarla y también para que descanse mientras nosotras comemos lo que hemos traído. —Nunca creí que tú y yo terminaríamos comiendo frutas de conserva en medio de un pueblo como esté—menciona Odette más no me parece una queja, sino más bien que está comentando lo obvio. Alzo la vista hacia mi alrededor, el pueblo en el que nos e

