Mi cuerpo impactó contra el piso de golpe, jadee del dolor, intenté levantarme pero no encontré fuerza, había corrido demasiado y me encontraba muy agotada como para poder responder ante el mal trato.
—¿Es en serio? —habló con sarcasmo el hombre que estaba ante mí. Sólo podía ver sus pies. —. Ya perdiste tu virginidad pero de todos modos ellos te han elegido y así agradeces, Bravo Lissy.
Busqué fuerzas donde no habían en mí, y me paré, tambaleando pero lo hice.
—A mí no me interesa guardarme para nadie, deja de fingir que no sabes quien es tu hermana —le dije sonriendo, no una sonrisa de alegría, más bien una sarcástica.
Levantó su mano para pegarme, no me inmuté si quiera.
—¡Suficiente! —escuché la voz de mi madre, luego la sentí a mi lado. —. Vas a hacer lo correcto, cariño.
Voltee para mirarla. —Claro, no lo correcto pero si lo que ustedes quieren, ¿Cómo la vez mamá?
—No nos obligues...
—¿A qué? ¿A que me obliguen? Pero si ya lo estáis haciendo —reí sarcástica. —. Les queda tan bien el papel de santos.
—Lisbeth —reclamó en advertencia.
Dejé de mirarla para buscar a mi hermano con la mirada. —A mí no me vuelvas a tocar que no soy de tu propiedad, eso hazlo con tu novia resignada —le dije divertida.
Se aproximó hecho una furia pero subí las escaleras corriendo lejos de él.
—Vayan poniendo más seguridad, que a la primera oportunidad no dudaré en escapar —les advertí, y subí a mi habitación.
La habitación era espaciosa, decorada a mi estilo, me gustaba más por el balcón, solía despertar y ver desde allí el amanecer y también el atardecer.
Soy la hija menor de la familia Mancini, mi hermano mayor es Fonsi, la mano derecha de mi padre, somos la típica familia rica que organiza matrimonio por contrato, sólo que yo les salí media rebelde. También soy profesora en una de las escuelas de la ciudad. Es lo que más me gusta hacer, enseñar, pero me llevo mejor con los pequeñines.
En la noche venía la familia del hombre, por eso había escapado, pero ni modos, el tonto de mi hermano me alcanzó.
Obligada por mi madre, me vestí y bajé a la supuesta cena, el tipo no vino, sólo sus padres, a defender sus intereses por supuesto. Era estúpido pero si se realizaba o no esa boda, sentía que tendría la oportunidad de escapar, no estaba asustada, de hecho sólo pensaba en algún plan de escape.
Al otro día, por haber intentado escapar, tuve que ir a la escuela con unos guardaespaldas, la verdad me dio igual.
—Lissy —alguien gritó mi nombre y volteé.
—Sí —le contesté a una de mis compañeras de trabajo.
—Te buscan, en el jardín —me hizo una seña con la cabeza y se marchó, sin darme la oportunidad a preguntar de quien se trataba.
No lo pensé y desvíe mi camino hacia el jardín, mientras lo hacía recogí mi melena rubia en un moño bajito. Desde una larga distancia pude ver de quien se trataba, Alessandro Martini, un multimillonario que desgraciadamente estaba en silla de ruedas, cosa que no es motivo para que sus padres le estén buscando esposa. Supongo.
—Hola Lissy —saludó con una sonrisa.
—Hola —le devolví el saludo terminando de llegar. —. ¿Lissy? Estamos en confianza —afirmo.
—Déjanos solos por favor —le pidió a la chica que estaba parada detrás de él, era su enfermera creo.
La chica se alejó sin protestar, y quedamos solos.
—Demos un paseo —propuso. —. Por favor —agregó.
Debía admitir que era muy educado, y que para estar en silla de ruedas no era nada amargado, y al menos sonreía.
Pasé detrás de él y tomé las mangas de la silla para empezar a movernos sin algún lugar fijo.
—Si no quieres casarte conmigo tienes que casarte conmigo —dijo.
Evité no reírme para no ser maleducada, pero no sé si siquiera él entendía su oración tan estúpida.
—Ajá —murmuré.
—Para escapar tienes que casarte conmigo, es la única manera que hay.
Me detuve y pasé a colocarme en frente de él.
—¿De qué me estás hablando? —pregunté.
—Tienes que casarte conmigo si en realidad deseas huir de esto —aclaró. —. Soy el único que te puede sacar sin inmutarme.
—¿Y cómo por qué harías eso? —pregunté. —. ¿Qué acaso no quieres una esposa? O no soy tu tipo.
—Eres hermosa Lisbeth, tanto que das miedo, y eso es peligroso, pero no es la razón, la razón es que tanto tú como yo no queremos éste matrimonio y tenemos intereses distintos, muy distintos.
Lo miré atenta, ¿Acaso debía yo confiar en él? ¿Y si sólo era una trampa?
—¿Cómo sé si no es una trampa? —pregunté.
—Bueno, lamentablemente tendrás que confiar solamente en mi palabra, tendrás que arriesgarte —ladeó la cabeza, y un flequillo de su largo cabello hasta el cuello cayó en su frente.
—No lo sé Alessandro, tu propuesta es muy tentadora pero a la vez arriesgada —expliqué.
Me miró por unos segundos sin decir nada, quitó de su frente el flequillo y lo dejó detrás de su oreja, creo que no le quedaría mal un corte.
—Lissy, nos conocemos, aunque nunca hayamos tenido más que saludos, si te quisiera, ya hubieses sido mi esposa, y de eso puedes estar segura, pero no voy a tratar de convencerte, es tu decisión —por sí solo se dio la vuelta para irse.
—Lo voy a pensar —exclamé, observándolo marcharse.
Obviamente no le podría decir nada a mis padres, y tenía que actuar como si nada sin intentar hacer estupideces por si llegaba a aceptar el trato. Ellos tenían que creer que ya no estaba en desacuerdo.
Pero, aún no me cuadra el por qué decidió venir hasta aquí y decirme eso, peor aún, ¿Por qué lo hacía? Tal vez estaba defendiendo algún interés, eso no sabía, pero en algún momento iba a saberlo.
No me había decidido, pero tal vez iba a ser su esposa.