Capítulo #2

1298 Palabras
Llegué a casa a la misma hora de costumbre, había sido sólo un día con esos guardaespaldas detrás y ya no los aguantaba, pero tenía un plan para sacármelos de encima, sólo tenía que portarme bien, fingir que no me importaba la idea de casarme. Eso no iba a ser tan complicado, no cuando estaba defendiendo mis intereses. —Hola —saludé, yendo directamente hacia las escaleras. —Hola cariño —me respondió el saludo mi madre animada. No entendía como podía ser tan cariñosa conmigo y tratarme como si nada cuando me iba a casar, así nada más, sin voto ni habla. Aunque para ellos les resultaba normal y siempre venían con el cuento: “en mis tiempos” la típica historia. Me siguió hasta las escaleras y me detuve por la razón por la que cualquiera lo haría, . —Mañana viene Alessandro —me susurró. Mi pobre corazón dio un pequeño brinco de la impresión, me estaba sintiendo presionada porque sentía que las cosas iban rápido y ni siquiera me había puesto a pensar en lo que él me había dicho. —¿En serio? —pregunté volteando a verla sorprendida. —Sí, ¿Por qué esa cara? —preguntó confundida. —Nada, sólo que es muy pronto —dije, fingiendo estar un poco nerviosa. —¿Eso es nervio? —preguntó mirándome acosadoramente. —Es normal ¿no? —le dije y terminé de subir. Cuando llegué a mi habitación, me lancé a mi cama, tenía la mente en blanco, no sabía si debía confiar en Alessandro u tratar de escapar, cosa que no sería fácil, pero con un hombre tan poderoso como él sería sencillo escapar. Pero, ¿Por qué no lo hacía sin casarnos? Busqué mi celular en mi cartera para escribirle un mensaje a una amiga, bueno a mi única amiga en realidad, pues no era de tener amigas, fuimos a la universidad juntas pero ella se fue inmediatamente que culminó su carrera y sólo nos comunicamos por celular, una pena para alguien como yo. Cuando bajé para la cena, mi papá ya estaba ahí, con él me llevó mejor, pero la que tiene los pantalones es mi madre, y se hace lo que ella diga, sí o sí. Mi padre ya estaba en sus cincuenta, mi mamá tenía cuarenta y ocho, tuvo a mi hermano a los veintidós y a mi a los veinticuatro, éramos más unidos de pequeños, ya cuando creció se volvió un gruñón, si fuera como mi papá y no sólo su mano derecha hubiese sido un mejor hombre, pero salió igual a mi mamá, ambiciosos los dos. —¿Por qué habías intentado escaparte ayer, cariño? —preguntó mi padre, poniendo en tensión a todos en la mesa. —No pasa nada, papá, creo que mi hermano exageró —le dí una mirada de pocos amigos a mi hermano, quién respondió con una mueca de disgusto. —¿Por qué mejor no comes amor? Se te enfriará la comida —le señaló mi madre. —Isabel —gruñó mi padre. —. Deja de tratarme como un niño. Mi madre inclinó su mano y le tocó el cabello a su esposo. —Relájate, eres mi niño. A pesar de ser una mujer descabellada, es buena esposa, sólo que en vez de mi padre ella tiene los pantalones, mi papá es su punto débil, lo ha demostrado siempre, para sumarle también es celosa. —Te explicaré todo después. Me reí, mi papá no pudo hacer más que asentir, ojalá y me encuentre un hombre que me obedezca así. Como ya habrán notado, mi familia tiene tanto aspectos negativos como positivos, como cualquier otra familia, cuando hablo mal de mi madre, no es que la quiera dejar mal, simplemente es la verdad, también tiene sus aspectos positivos como que es muy cariñosa pero engañosa a la vez. [...] Seguía metida allí en mi habitación, observaba todo desde mi ventana, sabía que él venía, pero no que mi madre había organizado una fiesta para anunciar un compromiso que ni seguro era. Así es ella, hace y deshace como le da la gana. Es el pecado que se comete con los ojos, es hermosa y tiene un cuerpo escultural, cosa que heredé, mi padre es un poco rellenito, tiene una pequeña barriga, pero es guapo, se ganó la lotería con esa mujerón que lo ama, sólo que es una mujer peligrosa, mi padre también es un encanto, es de esos hombres que fueron tan bien criados, es muy tierno, simplemente el hombre perfecto. Y como Dios no une dos personas iguales, le entregó a mi madre como esposa. Mis ojos cayeron sobre él, estaba guapísimo, muy diferente a como me encontré con él en el jardín, estaba serio, pero seguía siendo guapo, vestía un traje azul, su pelo estaba cortado, le cubrían las orejas, ayer le llegaban hasta el cuello. Su discapacidad no le quita mucho, sólo que es algo penoso. Levantó la cabeza y antes de que nuestros ojos se encontraran, me aparté de la ventana. En ese mismo moento entró una de las sirvientas a mi habitación. —Señorita, debe bajar. —Ya voy —le dije y se retiró. Eché mi coleta hacia atrás y alisé los flequillos sueltos en mi frente, vestía un hermoso vestido azul ajustado a mi cuerpo, no llegaba al suelo por los tacones que llevaba, tenía mangas de un sólo lado, tenía pequeños diseños de perlas pequeñas. Caminé como mi madre llegando a una fiesta, lamentablemente también heredé su caminar, la razón por la que tenía tanto estilo. Cuando pisé el jardín, todos los ojos estaban puestos en mí, miradas de recelos, envidia, deseo y más, fue lo que sentí de las miradas. La única mirada en la que me concentré fue en la de él, me estaba mirando embelesado, era obvio que no podía disimular ante tal mujer que tenía en frente, pero sólo era mi belleza porque no le gustaba, y eso hacía mejor las cosas. Me dedicó una sonrisa con estilo, era agradable, pero demasiado misterioso. Caminé a pararme junto na él para disimular, no podía simplemente ignorarlo cuando todos estaban sabían que eramos los prontos prometidos del año. —Buenas noches —saludé. —Buenas noches dama, está usted más hermosa que nunca —giró la cabeza para verme. —Gracias, usted tampoco no está nada mal —le seguí la corriente aunque no sabía por que lo hacía. Me pidió alejarnos de todos y eso hice, en todo el paseo que dimos no mencionó nada de la propuesta. —Lo haces bien. —Las mujeres podemos ser lo que queremos, donde y cuando queramos —le aclaré. —. Por cierto —me quité de su lado para colocarme frente a él. —. No me has mencionado de lo que hablamos ayer. Meneó la cabeza. —No busco presionarte, es tu decisión. Moví la cabeza levemente asintiendo pensativa. —Mmm, eso es interesante. —Lo es —afirmó sonriendo. —Tienes una linda sonrisa, y he podido notar que no la desperdicias —le confesé, pues lo había pensado, pero no me había atrevido a decírselo. —Supongo que no te será difícil conseguir mi número, así que en cualquier momento que tengas tu respuesta, me dices —dijo, haciendo ademan de irse y lo ayudé. —No sería más fácil y educado que tú me lo dieras —protesté. —Cuando tengas tu decisión tomada no tardaras con dar con ello, saluda a mis padres, puede que pronto sean tus suegro. —Claro —dije haciendo una mueca, avancé hacia ellos dejándolo a él atrás. Eran personas agradables y educadas, sólo que eso era comúnmente la máscara de los ricos, su educación y falsa amabilidad.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR