Los momentos incómodos siempre se sienten eternos, pero es sólo nuestra mentalidad, era justo por lo que había pasado con los padres de Alessandro, me estaban haciendo preguntas fuera de contexto, hablaban como si su hijo y yo tuviéramos una relación de hace tiempo, pero que podía hablar yo de cosas descabelladas si mi madre era peor.
Me senté con un grupo de mujeres a tomar, no las conocía pero ya por el hecho de escucharlas hablar con tanta autoridad me caían bien, odio la preferencia de genero, las mujeres y los hombres podemos hacer las mismas cosas, no esas estúpidas reglas de que tenga que guardarme para el primero cuando él ya haya hecho y desecho un mundo.
Nostras somos más de lo que ellos opinan, mi madre es una prueba de eso, sólo con recordar como tenía a mi padre, ni hablar.
—Entonces no eres virgen —negué con la cabeza.
Hice una mueca de disgusto. —¿Qué acaso tengo que serlo para conquistar a un hombre? —reí. —. Pero si ni siquiera abro la boca y ya babean.
—No pareces querer ocultarlo —comentó otra chica.
Bufé. —¿Para? ¿Tú crees que me importa lo que opinan los demás?
—Pero, te vas a casar con...
—Nada es lo que parece, y eso no tiene que ver —aclaré, tomando un trago de mi Fernet, un licor muy amargo pero que me gustaba.
—Viene tu hermano —interesante, ellas sí me conocían, ¿Cómo no?
—Uf, a ese amargado le falta conocer el amor —dije sintiéndome mareada.
—Lisbeth —lo escuché gruñir a mis espaldas.—. Es el anuncio de tu compromiso, no una noche de chicas.
—No te cansas de regañarme —me serví un trago más y volteé a verlo. —. Tampoco dejas de meterte en mis asuntos.
—Vamos, no vayas a pasar vergüenza en medio de tanta gente —me tomó del brazo, para no derramar la bebida sobre mí, me la tomé de un solo trago.
Me arrastró tras él, pero me solté cuando encontré oportunidad.
—Ya déjame Fonsi —le reclamé.
Me tomó desapercibida y me llevó a su espalda.
—¡Mamá! ¡Mamáááá! ¡Controla a tu maldito loco! —grité, pero ya se había metido a la casa conmigo.
Cuando llegó a mi habitación, me tiró a la cama y caminó hacia mi ventana. Las cerró y se dirigió a la puerta. Al menos recordaba que no dormía con la ventana abierta.
—Buenas noches Lissy.
No entendía como era que para algunas personas los matrimonios arreglados le parecían normal, era un siglo completamente diferente a los otros, ¿Cómo rayos la gente se acostumbraba o lo asimilaba así nada más? A mí me pueden pagar, pero sino amo a alguien, no pasaré ni un mes a su lado, ni hablar de una vida.
Sorprendente mente desperté sin resaca al día siguiente, por lo que pude ir a la escuela a dar clases sin dificultad, sabía que mi madre quería agrandar el negocio, pero, ¿Qué falta hacía casarme con un millonario? Aunque tal parece que ellos me eligieron para su hijo, y mi madre no pensaba dejar pasar la oportunidad.
Ya había tomado una decisión, no estaba segura, pero simplemente la había tomado, a la mala o a la buena me casaba, no me arriesgaré a llevar las cosas más lejos, tanto mi familia como la del novio no me dejarían escaparme tan fácil, pero si él está de mi lado para ayudarme a escapar es diferente, aunque no entendía sus motivos, tal vez le gustaba alguien más, no podría decir nada con exactitud.
Gracias a mi hermano conseguí su número y ya le dejé mi respuesta, pero no me ha contestado.
Cuando llegué a casa, la bienvenida fue un sermón, y como no bastó me arrastró hasta su despacho.
—¿Tú que demonios crees que estás haciendo? Ya perdiste tu virginidad y no agradeces el hecho de que ellos te hayan elegido —reclamó, la misma plepa pero más enojada. —. Es el colmo.
Me apoyé de espaldas al sofá y la miré. —Es que aún no entiendes que me da igual, tú eres así, no yo —aclaré. —. Ya, tranquila, me voy a casar mamá, relax —le dije en tono de burla y salí de su despacho.
¿Tan desagradable le era que yo no fuese virgen? ¿Qué esperaba por Dios? Tengo veinticuatro años.
Entré a mi habitación y revisé mi celular para ver si había mensajes de él. Y sí, lo había.
“¿Estás segura? ¿Por qué tomaste la decisión?”
Yo: Casarme no está en mis planes, pero sí estoy segura.
Él: De acuerdo. Gracias por confiar en mí.
Yo: De hecho me estoy arriesgando.
Él: Lo sé.
Guardé mi celular y me senté a pensar, estaba preocupada, pero segura, en todo caso si las cosas no sucedieran como yo quisiera, iba a tratar de escapar por mi cuenta.
Me moví de mi cama y pasé a sentarme cerca de mi ventana, no había dejado de pensar, no podía, era inevitable, estaba pensando en el hombre que sin esfuerzo me conquistaría, que el sentimiento fuera mutuo, como de esos amores a primera vista, alguien que sin saber nada de mí, me entregue el mundo.
Estaba segura de que no hacía falta ni mencionarlo para que mi madre ya estuviese preparando todo, quisiera ver su cara un tiempo después de la boda, debía asegurar que no me encontrara porque estoy segura de que picadillos me haría.
Me reí por mi sola mirando a las afueras de mi casa, por un lado estaba tranquila, cuando ya dentro de poco tiempo estaría casada.
Escuché un ruido detrás de mí y volteé a ver de quien se trataba.
—¿Qué te hizo recapacitar? —preguntó mi madre.
Volteé completamente y me alejé de la ventana.
—Parece que ser virgen es muy importante en esta sociedad, pero ya mamá, sé feliz, lo importante, lo que querías, me casaré.
—Supongo que no te interesa el proceso, así que te informo que ya en la semana que entra es tu boda —me dijo con una sonrisa.
¡BINGO!
Que novedad.
Lo dije, sabía que ella ya estaba planeando todo.
—Está bien —le dije con tranquilidad.
Sabía que mi cambio le traería mucha curiosidad, pero no tenía ni la mínima intensión de inventarme un cuento para que se quedara tranquila.