Lo único que me gustó de todo, era que la supuesta ceremonia se celebraría en el jardín de mi casa, que no hacía falta ir a ningún lugar extravagante.
Desde aquel día en la fiesta, no había vuelto a ver a Alessandro, parecía como si estuviéramos acatando la tradición de que no nos podíamos ver antes del día de la boda, ridículo para como estábamos pero bueno.
A pesar de que no había invitado a mi amiga ya que no era nada deseado, ella vino, a acompañar a su amiga en algo no deseado, pero la acompañaba. Mi madre andaba como loca por todos lados, quería algo espectacular, en cuanto a mí, todo me daba igual.
—Oh claro, no te creo —le dije entre risas a mi amiga mientras bajábamos las escaleras.
—No tienes que hacerlo —me guiñó el ojo.
Terminé de bajar el último escalón y levanté la mirada encontrándome con los ojos grises de Alessandro.
Éste me miró con cierta sorpresa, tenía una manera de mirarme que no podía definir, pero no le prestaba mucha atención a eso.
—Buenas noches —saludé un poco nerviosa.
—Hola —su voz salió casual.
Veo que en serio se acabaron las formalidades.
Mi amiga me dio un pequeño empujón y terminé colocándome a su lado.
—Gracias por traerle mala suerte a nuestro matrimonio —le susurré entre dientes.
Soltó una pequeña risa y giró para ver mi cara.
—No estaba en mis planes verte pero... ha sido agradable —movió una ceja picarón.
—Vámonos hijo —su madre salió de la cocina, donde de seguro estaba mi madre, esas dos mujeres juntas no son fácil de derribar. —. Oh querida —exclamó al verme y vino a abrazarme.
Actuaba como una gran mujer, y lo era, sólo que por las buenas, porque según Alessandro, tanto ella como mi madre no me la iban a poner fácil para escaparme de aquel matrimonio.
—¿Estás nerviosa? —preguntó.
—Un poco —asentí con la cabeza con una sonrisa fingida.
—Es normal, pero tranquila.
Habló por unos cortos minutos y luego me dejó respirar marchándose.
—Intensidad intensidad —murmuró mi amiga.
Se estaba quedando conmigo hasta el día de la boda, día que es mañana.
[...]
A mi lado estaba mi casi esposo, entre suspiros y callada me mantuve atenta a las palabras del padre, me encontraba casi en shock, ahora estaba dudando de si quería arriesgarme, podría estar firmando mi sentencia de muerte, como pasar el resto de mi vida al lado de un hombre que literalmente no conozco.
Sentí su mano sobre la mía y casi salté de la impresión, estaba muy concentrada en mis pensamientos.
—No es momento de arrepentirse —me susurró.
Lo sabía, pero el miedo que entró de repente en mí, era incontrolable. Respiré hondo, busqué la manera de calmarme y lo hice, dimos nuestros votos y firmamos.
¿Por qué él era así conmigo? Aún no entendía sus motivos para ayudarme. Que él tampoco no quisiera éste matrimonio era obvio, pero a tal punto. Demasiado sospechoso.
—Relájate —me pidió.
—No estás en mi zapato, tu no pierdes nada —le aclaré.
—Tienes razón, pero tengo una buena causa créeme —dijo con seguridad. —. Debes de saber que no será inmediatamente.
—Lo sé, mientras sea menos de un mes, no hay problema. Pero, ¿no hay nada que quieras a cambio?
—Que no vuelvas si no es extremadamente necesario —buscó mis ojos para decirme aquello.
—Alessandro...
—No preguntes nada, sólo quiero que sepas que no tengo intensión de lastimarte —sostuvo mi mano con cariño.
—Está bien —asentí no tan convencida.
A regañadientes nos tomamos solo dos fotos, una yo sentada en sus piernas y otra parada detrás de él, luego fuimos a lo que sería mi casa desde entonces.
La misma enfermera que lo acompañaba el día que fue a verme a la escuela, era la misma que estaba en casa, y dos mujeres de servicio, al menos no íbamos a vivir con sus padres. Inmediatamente me alojé en una habitación, pude percibir que pasaba mucho tiempo con la enfermera y que se llevaban demasiado bien para ser algo laboral simplemente, pero esas cosas no eran de mi incumbencia.
Estaba sentada en la sala junto a una de las mujeres de servicio cuando él apareció.
—Ella.. —señalé a la chica.
—No pasa nada, aquí las de servicio se tratan como de la familia —asentí. Estoy tan acostumbrada a que mi madre se moleste si me siento a hablar con las de servicio. —. ¿Te gustó tu recamara?
—Sí, gracias.
—No tienes que hacer nada, Adriana cuida de mí, sólo espera a tu partida —dijo y se alejó.
“Adriana cuida de mí”
No sé, pero sospechaba de que esos dos tenían algo más que sólo laboral, pero como había dicho antes, no era de mi incumbencia.
POV: ALESSANDRO.
Recién me había casado, y que estaba haciendo, estaba en los brazos de otra mujer, la vida era tan irónica y cruel a veces, cosas inexplicables que suceden en un mundo donde nadie entiende el origen, donde todo es pura suposición, donde nada es seguro, pero el ser humano sigue creyendo.
Alejé mi boca de la suya para poder verla a los ojos, ¿era posible amar a dos mujeres a la vez?
—Eres todo lo que tengo —le dije, lo que mi alma pedía que gritara.
—Lo sé —respondió acariciando mi mejilla.
—Estás conmigo aún sabiendo que aún me quedan sentimientos por otra, ¿Cómo es eso posible? —elevé mi mano para poder tocar su rostro.
—Yo creo que sólo la estimas mucho, no creo que aún estés tan loco por ella —dijo sonriendo. Era tan natural, era como una foto sin filtro, simplemente ella. —. Si tendrías que elegir...
—Shhh —llevé mi dedo a sus labios. —. No habría nada que elegir, mucho menos pensar.
—Yo voy a acompañarte hasta el último día, y espero que sean más de lo que esperamos.