Capítulo #5

1220 Palabras
POV: LISBETH. Iba a subir a la habitación de Alessandro pero me encontré con la enfermera en la puerta. —¿No va a bajar? —pregunté. —Está indispuesto, debes de saber que no está tan bien de salud —explicó. —Pediré que suban algo de comer a su habitación —dije señalando detrás con mi dedo pulgar. —No es necesario, ya le di de comer, ahora está descansando, saldré un momento que nadie lo moleste —dijo algo apresurada. —Oye, ¿podrías decirme...?—la detuve del brazo para que no bajara. —No te preocupes, está bien —dijo, y se fue apresurada. Dejándome más confundida que antes. Quería entrar a verlo, pero no quise molestar y lo dejé descansando. UNA SEMANA DESPUÉS. Nada había cambiado desde el día que nos casamos, yo hacía mis cosas y él las suyas, nos veíamos en la mañana cuando salía para la escuela y en la tarde cuando regresaba, pocas veces no estaba pero al rato regresaba con Adriana. Como siempre. Recién salía de la escuela cuando me entró una llamada suya, era un día casual, pero él no solía llamarme. —Hola —contesté. —Revisa tu cartera —ordenó. Fruncí el ceño y abrí mi cartera sin quitarla de mis hombros. —. Unos minutos pasará una camioneta por ti. —Alessandro —protesté. —. Podemos ir despacio, dijiste que iba a saber porque haces todo esto. —Lo dije, pero no es el momento —aclaró. —Supongo que no esperas un gracias ni una despedida normal —comenté. —Estamos a mano, buen viaje Lissy Luciano. No protesté más y lo dejé colgar. Todo era tan extraño, no había siquiera asimilado nuestra boda, por un lado estaba preocupada por como mis padres responderían a aquello, esperaba que no se fueran a la defensiva con él, pero suponía que él tenía una historia muy ordenada para decirles. Saqué de mi cartera el pasaporte y lo miré. “Lissy Luciano” Ahora tenía dos identidades, era lo más obvio pero no me sentía cómodo con aquello. No tenía como despedirme de alguien por como pasaron las cosas, no esperaba que lo hiciera de sorpresa así, suponía que quería que fuéramos los más discretos posibles, por tal razón sólo una persona sabe de esto, y ni siquiera reside en Roma. La camioneta se detuvo justo frente a mí, me monté y habían dos hombres, me despojaron de mi celular y lo metieron en una funda negra, me dieron un nuevo y me fueron dando un montón de informaciones que no entendía, pero que parecía ser importante para yo poder sobrevivir en Milán. Milán era la capital de Lombardía y quedaba en el norte de Italia, por tal razón el viaje no fue corto, sino todo lo contrario. Ya las calles se veían a oscuras, las luces de diferentes colores resaltaban, ni la belleza de alrededor pudo evitar que cayera rendida, muy descuidada para andar con dos hombres, sola y sin nada, pero bueno, el tal Alessandro me daba confianza, solo esperaba no equivocarme. —Bienvenida a Milán señora —el chófer me echó una rápida mirada sobre los hombros. —Gracias —el otro hombre me abrió la puerta y bajé. Me entregó un sobre y me dedicó una pequeña sonrisa, no sabía por que razón, pero sentía que iba al matadero. —. ¿No me dejó ningún recado? —pregunté. Había muchas cosas sin resolver, aunque era tan importante para mí hacer aquello que ni pensé en el divorcio, no podíamos llevar a cabo un trámite de divorcio en secreto, estamos casados bajo contrato y entonces tanto sus padres y los míos estarían enterados, en ese caso ¿Qué haríamos? —Que puedas ser tú en éste lugar. —Dile que aún quedan cuentas pendientes, gracias —con su asentimiento, desvié la mirada hacia el edificio que estaba detrás de mí, era sencillo, no parecía nada extravagante, ni de riquillos, algo así era justo lo que necesitaba. Volteé para ver a los hombres pero ni la camioneta estaba. —Perfecto —murmuré. Busqué mirar la hora en mi celular mientras me adentraba al edificio. 7:10 Había salido de la escuela a las una de la tarde, había pasado cinco horas, bueno seis en realidad, agregándole la una. Entré al lugar algo incómoda, no tría nada, sólo mi cartera, quien venía quedarse en un lugar en esas fachas, ni modos, no me quedaba de otra, aunque mi esposo fuera un multimillonario, yo quería ser libre, y para mí, esto valía más que sus billetes. —Hola —saludó una señora de unos cincuenta que vino a recibirme. —Hola —le devolví el saludo. —. Se que esto no es un hotel pero podría pasar la noche aquí, bueno, en realidad podría hasta quedarme pero necesito organizarme —traté de explicarle, no tenía idea de como eran las cosas allí, sólo que era un lugar donde vivían los más ricos de toda Italia, esperaba sobrevivir siendo una simple maestra. —Ah —pareció pensarlo por un momento. —. No pasa nada, mañana puedo ayudarte, aquí viene muy poca gente, pero tú no pareces de por aquí, tampoco alguien que le haga falta estar aquí. Reí. Lo suponía. —Créame que sí, li... —por poco le dije mi nombre real, tenía que empezar a acostumbrarme. —. Lissy, Luciano —le extendí la mano. —Alina —aceptó mi mano. —. Bienvenida a mi edificio, aquí suelen venir más mujeres maltratadas que clientes normales, pero puedes quedarte. Sólo déjame ver tu identificación —pidió. Saqué mi pasaporte y se lo entregué. —Roma eh —murmuró y me lo devolvió. —. Joven, hermosa y sola, no acepto parejas aquí, aunque bueno aún no sabemos si te quedas. No entendía porque hablaba tanto si había dicho que podía quedarme, necesitaba recostarme y pensar, estaba aturdida, confundida y desorientada, sentía que hasta podía arrepentirme de mi decisión, lo mejor era que eso no pasara. Busqué algo de dinero en mi cartera y le pagué la noche, eso fue suficiente para que me llevara a uno de los departamentos que parecían más habitaciones que eso pero no me podía quejar. Cuando estuve dentro, no hice más que tumbarme a suspirar y descansar, no quería pensar en nada pero estaba teniendo tanto miedo de no poder sobrevivir en un lugar desconocido y tener que volver, volver a pasar mi vida al lado de un hombre que no amo, para colmo ni siquiera conozco. No estaba dispuesta a resignarme, no lo despreciaba, tampoco lo veía diferente a los demás por su discapacidad, simplemente no tenía sentimientos por él y si mi madre esperaba el resultado de que nos enamoráramos, se equivocó. Solté un sonoro bufido y me giré boca abajo. Abrí el sobre y era justo lo que pensaba, dinero, ya sabía que mi verdadera identificación debía literalmente enterrarla sino quería problemas. Ahora que ya me encontraba lejos sentía un miedo tan grande, miedo a no sobrevivir, y el hecho de no tener a nadie, pero eso no cambiaba mis deseos. Conciliar el sueño fue tortuoso, no sabía si era por la diferencia de lugar o la preocupación que sentía. Pero al final terminé rendida.
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