Capítulo #6

1491 Palabras
Al día siguiente desperté muy tarde, estaba muy cansada, sentía mi cuerpo muerto, casi ni podía pararme. No tenía que ponerme, sólo me lavé la cara y salí de mi habitación, mientras caminaba por los pasillos pude escuchar los sollozos de alguien, farfullaba bajito pero la escuchaba. Sin poder evitarlo me acerqué a la puerta y pegué mi oído a ella. —No... no —repetía lo mismo una y otra vez. Tomé el pómulo de la puerta y la abrí. Allí estaba una chica en su cama abrazada a sus piernas y negando con la cabeza, no había nadie más, ¿Por qué estaba así? Nadie le estaba haciendo daño, ¿Qué rayos le sucedía? —Oye —la llamé. —. ¿Estás bien? —pregunté avanzando. —¡Aléjate! —gritó saltando de la cama al suelo. —No quiero hacerte daño tranquila —farfullé alzando las manos. Su cuerpo temblaba de una manera inexplicable, actuaba como si estaba en el fin del mundo u algo mucho peor. —Respira, estás en un ataque y puedes desmayarte si sigues así —le pedí, sin bajar las manos para que no temiera. —. Respira, siéntate, va a pasar. Atemorizada se sentó al borde de la cama, se tomó su tiempo antes de poder calmarse pero lo hizo, y entonces luego empezó a llorar, como una indefensa niña. Me sentí tan mal y consternada que no pude evitar acercarme y brindarle mi hombro. —Calma, todo está bien. Cuando su llanto cesó, se alejó apenada. —Lo siento —dijo con la voz entre cortada. —Descuida no tienes que disculparte —quise tocar su hombro pero no quería espantarla. Miré alrededor y noté que su habitación era igual a la mía. —. Creí que mi habitación era la única así, esto no parase una residencial de departamentos —comenté. Era más que obvio que ella no iba a querer hablar de que le sucedía, y yo no podía ir de metiche a hacerle un interrogatorio de la nada. —No lo es, sólo alquilan habitaciones —aclaró. Fruncí el ceño, no era eso que decía la entrada. —Pero... —Es un engaño para atraer clientes, aunque por el tamaño cualquiera lo creería, pero las habitaciones son cómodas —explicó. —Supongo que ninguno de los demás tiene cocina —comenté mirándola. Era una linda morena de ojos marrones, tenía el pelo puramente n***o y largo, su cara era pequeña, y no parecía tener más de veinte años, podría decir que hasta menos. —Creo que no viste muy bien el lugar, abajo está la cocina y todos comen allí, aunque creo que éste no es un lugar para ti —dijo mirándome confundida. —. Es que mira —me señaló. —. No pareces pobre. Al fin pude entender a lo que se refería, quedé un poco aturdida pero luego reaccioné. —Bueno, ahora lo soy, yo... me tengo que ir, debo hablar con... como sea que se llame —farfullé parándome. —No vayas a salir así, hay unos tipos peligrosos que claramente pensaran que tienes dinero —meneó la cabeza. —Es que... gracias —era incómodo tener que guardarme mis cosas, no podía explicarle nada pero necesitaba ayuda, tenía una nueva identidad y tenía que grabarme ese nombre, era mi apodo favorito, pero claramente no solía presentarme con mi apodo. —. Soy Lissy. —Chiara. —Fue un placer Chiara —dije y me fui de su habitación. Viendo todo bien, creo que anoche no vi bien el lugar. Bajé por las escaleras y vi a la señora de anoche sentada en un sofá fumando, tan temprano, al menos eso pensaba yo. —Hola —saludé colocándome a su lado. —Hola querida, ¿dormiste bien? Oh, de maravilla, su cama es muy muy incómoda, para atraer más clientes debería mejorar las cosas y no poner una falsa presentación. —Sí, gracias, disculpe pero la chica Chiara, ¿sabe que le sucede? —pregunté. —Tiene un trauma, pero lo está superando, tú dime en que hay que ayudarte. —Mmm, creo que me quedaré por unos días, ¿podía decirme donde conseguir una tienda de ropas? —pregunté mirándola. Apagó la pipa y la dejó sobre la mesita que estaba en frente. —¿Por qué no te llevas a la Chiara? Trata de convencerla, no sale de allí, y tú no podrás llegar sola a una tienda de ropa de tu calidad. ¿Tan bien vestía que hablaba así? Volví a mi habitación más confundida que anoche, ahora ¿Qué rayos haría? En un lugar desconocido y sola. Cuando no me quedó de otra fui a tratar de convencer a la tal Chiara, le propuse comprarle ropa también y ni así aceptó, pero más tarde vino ofreciéndose a llevarme. Era extraña, andaba con miedo, no era una experta para adivinar que tipo de trauma tenía, pero suponía algunas cosas. —¿Cuántos años tienes? —le pregunté mientras caminábamos de regreso. —Diecinueve —dijo dejándome sorprendida. Era muy joven para estar cerrada en un caparazón así que ni salir quería, pero bueno, algo grave debió haberle pasado para que ella actuara así. —Yo tengo veinticuatro, soy maestra, trabajo más con los más pequeños —ella sólo murmuró “ujum” y ya, no quise molestarla por lo que no le pregunté más, tampoco hablé más. Suficiente había hecho con llevarme a la tienda y no aceptarme nada. Cuando regresé al edificio pude darme un baño y cambiarme de ropa, luego de hacer eso empecé a tratar de planear lo que haría. En mi cartera encontré una dirección, lo guardé por si acaso, tenía suficiente dinero por un tiempo pero necesitaba un trabajo de todos modos. Tuve la idea de llamar a Alessandro, pero al parecer había cambiado su número, el haber huido no cambiaba el hecho de que estábamos casados, literalmente seguía atada a él. Sentada sobre la cama me quedé viendo la nada con la mente en blanco, llena de preocupación y dudas, tenía tanto miedo de lo que vendría, tenía miedo de no sobrevivir, y tener que volver, eso no, sería muy vergonzoso, pero sobre todo le estaría dando gusto a mi madre. Pasara lo que pasara, no iba a regresar. En la noche bajé y cené junto a las otras chicas que vivían en el lugar, pensé que eramos solo mujeres hasta que llegó un hombre ya a altas horas de la noche, era alto, fuerte y guapo, pero no parecía ser de Italia, tenía un acento y un aspecto de mexicano, o eso pensaba. No pude dormir con tranquilidad, aún no me sentía segura ni cómoda, no iba a quedarme allí, necesitaba una casa donde vivir sola y no con el miedo a que alguien pueda reconocerme, aunque lo dudaba muchísimo. Al día siguiente empecé a buscar trabajo, si quería irme por algo debía empezar, y no pensaba gastar todo el dinero que tenía y luego ponerme a trabajar, eso sería muy tonto de mi parte. En un periódico pude encontrar una solicitud de maestra personal, pero no tenía referencias, aunque sólo debía llamar a mi amiga y listo, sólo a ella, porque en los lugares que he trabajado obviamente me conocían por mi verdadero nombre. Sin pensarlo me alisté después de hablarle a mi amiga, al menos podría intentar presentarme y luego mostrar mis referencias y entregar votos de lugares que supuestamente había trabajado, tenía que encontrar trabajo de una manera u otra. Con una camisa metida dentro de mi pantalón de tela con mangas hasta los codos, una coleta alta y unos tacos salí. En la sala se encontraba Chiara y la señora Alina, no recordaba bien su nombre pero dependiendo del tiempo que duraría allí, me iba a acostumbrar y aprenderme el nombre de todos. —¿A dónde vas? —preguntó la señora. —Wow Lissy te ves espectacular, te dije que no era una chica común —le dijo chiara a la señora Alina. Sonreí. No tenía maquillaje pero al parecer me veía bien. —Gracias linda, iré a buscar trabajo —les dije con una sonrisa. Alina meneó la cabeza mirándome con admiración al igual que Chiara. —Bueno mi niña, cuidado con esa hermosura, ve con Dios —me dijo con algo de preocupación. —Descuiden, nos vemos... —¿Sabes como regresar? —preguntó Chiara. —Sí, mi celular me permite ir a cualquier lugar si se la dirección, sólo debo anotarlo —les expliqué. Ambas me sonrieron, con un leve ademan con las manos me despedí. Tomé un taxi y le di la dirección al taxista, estaba nerviosa, esperaba que todo saliera como lo tenía planeado en mi mente, si algo fallaba estaba en graves problemas, no tenía ningún registro con mi nuevo nombre, literalmente nunca existí y eso legalmente es peligroso para mí.
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