Quito mis brazos alrededor de su cintura y lo miro a la cara, frota su frente. —Sí lo hice —responde. —. Le ofrecí medio millón —abro los labios en un claro “Qué” —. Es el mejor ¿no? —¿Por qué hiciste eso? —lo miro confundida. Me da una mirada de pocos amigos, tipo: ¿Lo preguntas? —¿Por qué más? Cuando te vi en esa camilla estaba dispuesto a lo que sea para que te dieran el maldito divorcio, me negaba a que les pasara algo más por eso —arroja, furioso. Se quita de enfrente, dejándome parada viendo el final del departamento, al fondo de la sala. No puedo enojarme porque él sólo hizo lo que creyó que era lo mejor, y sólo ha buscado el bienestar de ambos. Tal vez no merezco tanto, pero ése hombre me ama. —Será algo profesional, se lo pedí porque es el mejor, nada más —agrega. —. Y