Quisiera preguntarle a Evan si luego de escucharlo me dejará tranquila, pero me abstengo porque me da miedo oír la respuesta, así que elijo otro camino. —¿Es por el departamento? —inquiero desafiante—. ¿Cambiaste de parecer respecto a él? —¿Por qué querría yo este sitio? La burla le sale tan natural (como todas las que suele hacer), que me obliga a volverme a él. Experimento una desagradable sensación de deja vu que me revuelve el estómago. De pronto estoy de nuevo frente al monstruo que en realidad es Evan Roberts. Aprieto los puños, estropeando totalmente el contrato pero logrando proyectar ahí mi frustración. «Claro que no le interesa», me digo, y ahí mi autocontrol se va a la mierda. —Por supuesto, es como una habitación más de hotel —gruño, pese a que la voz se me ha cortado.

