Arrastro los pies sobre la acera, las piernas me pesan tanto que no me sorprendería que mis zapatos fueran de cemento, de hecho, cada paso requiere de un esfuerzo sobrehumano. El ambiente caluroso me sofoca ahora que no hay marquesinas que me resguarden de los inclementes rayos de sol, no obstante las escasas nubes que flotan en el cielo y a que pasan de las cinco de la tarde, el bochorno se instaló de tal manera que me resulta imposible respirar sin ahogarme. O quizás es solo una falsa concepción de la realidad. ¿Realmente Evan espera que crea en sus palabras? Y de hacerlo, ¿espera que brinque a sus brazos como meses atrás? Admito que cada vez que lo veo las piernas me tiemblan y mi corazón acopla sus latidos a su nombre, palpitando en las sílabas que lo componen. Pero no es suficien

