Ya no quiero seguir haciéndole caso a Evan, las veces que permití que me nublara el raciocinio terminé rota, recibiendo palabras crueles y tratos hostiles que desembocaron, con ayuda de mi inmadurez, en una cadena interminable de malas decisiones. —Habla con él, querida. La voz de la abuela Anne me sobresalta; al volverme a un costado la veo recargar los codos en el espaldar del sofá, me dedica una sonrisa apenas perceptible pero la única que he recibido desde ayer por la noche. —¿Con quién? —pregunto tontamente. —Con tus padres —ironiza, logrando que paladee un sabor amargo en los labios—. Quiero decir que sí deberías hablar con ellos... o puedo hacerlo por ti —se ofrece con un encogimiento de hombros tan sincero, que no puedo hacer otra cosa que agradecerlo. —Gracias. —Todo va a es

