El miedo estalla en mi cuerpo porque no puedo perder a Alan de esa forma, no luego de todo lo que hice. —Por favor —suplico. Alan clava la mirada en mi otra mano que empuña mi blusa a la altura del corazón. —¿Crees que quiero eso? —se zafa de golpe—. ¿Realmente piensas que con abrir las piernas como lo hiciste con Evan vas a arreglarlo? —ha malinterpretado mis palabras. Su gruñido furioso me provoca el enésimo sobresalto. —No... Yo no... —¡¿Crees que eso quiero?! —la ira ha vuelto, su mueca de sonrisa amarga se ensancha; me sujeta del brazo y me arrastra detrás de él. Reconozco el camino hacia el dormitorio y no puedo hacer sino temblequear. —¿No me vas a detener, Leilah? —suelta un risotada sin atisbo de felicidad. No me gusta que diga mi nombre con tanto rencor de por medio y tamp

