Aspiro profundo llenándome los pulmones del aroma a rosas que vuela por la tienda, dejándome un agradable sabor en el paladar y agarrándome de la tela blanca que cae pesadamente alrededor de mi cintura. Me miro una vez más al espejo, repaso incansablemente mi reflejo en busca de algún fallo en mi vestido, sin embargo, de nuevo, no encuentro nada más que un precioso atuendo blanco que me hace parecer una princesa. La Leilah del reflejo y yo nos miramos un largo minuto, ella parece acusarme aunque no estoy segura del motivo dado que hay muchos. Puede que esté culpándome de todos mis errores, la dolorosa cadena de mentiras que cargo atada a mi tobillo y quizás, que haya venido a buscar mi vestido de novia. Nadie me ha acompañado como era de esperarse, aunque de esa forma es mejor: no podr

