—¿Vas a responderle, Leilah? Su voz se clava en mi pecho con una fuerza desmedida que me causa dolor físico, uno que por cierto, supera el de su garra apretándome el brazo. Todo el pánico explota en un instante al saberme descubierta por fin. El cuerpo me tiembla entero, las palabras me han abandonado de pronto, siendo sustituidas por pesadez dentro de mi garganta que me roba inclusive el aliento. —Leilah, ve abajo —ordena Evan alzando el mentón, devolviéndole la mirada retadora a Alan. La fuerza que imprime Alan en su agarre se hace más potente, pero no me atrevo a quejarme porque es muy poco a lo que merezco. Estoy consciente y lo reconozco. —Te hice una pregunta, Leilah —Alan no me mira, sigue con los ojos clavados en su doctor. Gimo porque el dolor se vuelve insoportable. Evan

