Evan
Resoplo al llamar por enésima vez a Leilah y ser enviado directamente a buzón.
Hacía rato que había llamado a Hillary y ésta me había asegurado que mi esposa había salido para la casa hace una hora. Traté de llamar a la casa pero nadie contestaba, traté nuevamente con el celular de Leilah, obteniendo el mismo infructuoso resultado.
Estoy a punto de ponerme a gritar de la frustración.
Apenas cuelgo, entra una llamada de mi hermano Peter. Frunzo el ceño y le doy a la tecla de responder, oyendo una muy excitada voz del otro lado del auricular.
—¡Evan, gracias a Dios! —lo escucho alarmado—. ¡Es Leilah!
—¿Qué ocurre? —un enorme nudo se instala en mi estómago, sólo se oye silencio del otro lado—. ¡Peter, dime ya qué ocurre!
—¡Te he estado llamando desde hace rato pero tú teléfono
