Hillary parece concentrada en la revista que tiene enfrente, a saber de dónde ha salido. Marcus suelta un suspiro cansado, de pronto luce triste y desanimado, una expresión que rara vez he logrado ver en él. —¿Qué haces aquí, Marcus? —pregunto como quien no quiere la cosa, echando una mirada de reojo a la rubia. Ni siquiera ha mirado a mi primo ni una vez. —Vine aquí por mi auto —dice en tono neutro, frunciendo los labios incómodo. —Lo dejé en casa de la abuela —frunzo el ceño, extrañada de que no haya recibido mi mensaje. Usualmente Marcus revisa su celular, sobre todo si significa no perder el tiempo: un crimen para él. —Ah, ya —se encoge de hombros como si nada. Lo miro alucinada. ¿Qué acaso le da igual? El primo que conozco es un obseso de la puntualidad, un percance así y estaría

