Las palabras de Hillary han dado vueltas en mi cabeza sin descanso ni tregua. Puedo recordarlas con claridad, separarlas y analizarlas una a una hasta darles un sentido más o menos lógico.
No tengo ánimos de negar sus palabras porque tampoco cuento con la información para hacerlo, de hecho, ahora que Amber me regresa el mensaje con el favor que le pedí esta mañana, puedo dar total crédito a lo que oí en la boda.
Ciño los dedos en torno al celular.
«Tenías razón, Leilah. El neurocirujano Evan Roberts trabaja en el Hospital General Meaford desde hace un año. ¿Lo conoces?» reza el mensaje de Amber.
No respondo de inmediato, porque no estoy segura qué decir al respecto, un simple “gracias” le causaría curiosidad así que me decanto por decirle que es doctor de un amigo.
No miento realmente
