Marion se ve preciosa dentro del esponjoso vestido blanco. El discreto escote en su pecho está compensado por la desnudez de sus cremosos brazos, cuyo color se pierde debajo del manto que se agarra de su cabello recogido y cae delicadamente cubriéndole la mitad del torso. Neil sonríe como si acabara de encontrar un cofre de oro, como lo haría un hombre realmente feliz. Verlos recitar sus correspondientes votos frente a todos los asistentes a la ceremonia, me hace desear su felicidad. No se debe a ningún tipo de envidia malsana ni nada por el estilo, sino a una muda necesidad por revivir los vuelcos en el pecho que traigan una fiesta por todo el cuerpo. Por verme reflejada en las pupilas de alguien que me mirase como Neil lo hace con Marion. Y al mismo tiempo estoy realmente feliz por

