Al verla caminar hacia mí con la bandeja, me pongo de pie. —Permíteme. — Digo y tomo la bandeja de sus manos. —¡Pero, que caballero!— Comenta mientras se sienta en la silla que está justo enfrente de la que yo he escogido. —Los modales no deben perderse jamás. — Digo con una tímida sonrisa y es que realmente esta mujer es otra Ari. —Eso es cierto...— Responde mientras busca el azúcar para el café al final de la mesa. —Te ves diferente. — Me atrevo a comentarle. —Me siento diferente, me siento aliviada. La pesadilla no ha acabado del todo, pero al menos ya me siento libre. — Me explica mientras que está concentrada abriendo uno a uno los sobrecitos de azúcar. —¿Y cómo sería eso?— Presiono y ella me mira sonriente. —Han encontrado a mi hermano. — Es todo lo que dice y al hacerlo es