Se sienta en la pequeña barra que hay en la cocina para comer, le doy su plato y le sirvo una limonada, me siento frente a él y empezamos a comer. —¿Qué tal la has pasado aquí? —Muy bien, me siento muy cómoda. —¿Piensas volver pronto a Atlanta? —No lo sé, la verdad no lo he pensado ¿y tú, cómo vas con tus terapias? Sonríe. —Ya me dieron de alta, muy pronto volveré a trabajar. —¿Te irás de nuevo a África? —Me dieron la opción de volver o quedarme en la ciudad, entrenando a los nuevos soldados. —¿Y qué vas a hacer? —Aún no me decido. Se me hace un nudo en la garganta de pensar que puede irse de nuevo y que le pase algo. —Gracias por la comida, estaba hambriento. —De nada. Recojo los platos y los lavo. —¿Puedo acompañarte a la playa? —Si, vamos. Llegamos y me siento en l