Bárbara Ahí estoy yo, parada frente a la bestia más majestuosa que pude haber conocido en mi vida. Las lágrimas dejan de salir pero el rastro del llanto desconsolado se mantiene ahí, provocando espasmos en mi garganta. Mis pies aún duelen y es cuando me doy cuenta de que estoy descalza. —¿Por qué estás aquí? –cuestiona pero su voz se escucha en mi mente. —Mi madre me pidió que corriera lejos de las llamas, yo la obedecí. —¿Llamas? —Por allá, –señalo hacia el lugar en el que estaba mi casa–, ellos llegaron con armas de fuego para llevarse a todas las niñas, pero mi mamá me salvó. —¿Cuántos años tienes? —Así. –recuerdo haber mostrado tres dedos de mi mano. —Deberías irte, este no es lugar para ti, también es peligroso. —¿También robas niñas? –pregunto y parece que lo oigo